El Nobel de la Violencia, como instrumento de poder


Muchos esperaban que sea Trump el galardonado en el 2025, después de todo, junto a Netanyahu, son los que mejor representan en la actualidad el espíritu de la violencia en el mundo. Aunque al parecer le faltan aún méritos.

Se lo dieron a una de sus secuaces, no importa su pequeñez. El próximo año, el 2026, seguramente si será el año de Trump, para entonces habrá acumulado tanta sangre en sus manos, que el Comité Noruego del Nobel ya no tendrá duda alguna.

María Corina Machado es la máxima expresión del golpismo en Venezuela, siguiendo el guion de la CIA y el Pentágono. No tiene ninguna vergüenza en traicionar a su patria (si fuera la suya), con tal de cumplir con el libreto que permita a Estados Unidos de Norteamérica apropiarse del petróleo y otros recursos de Venezuela. Las acciones al respecto han sido numerosas, siempre promoviendo la invasión gringa a Venezuela para derrocar al gobierno de Maduro y así ser ella parte de los beneficiarios criollos en un país ocupado por el imperio.

En la actual crisis de abusos del gobierno de Trump en El Caribe, que ha incluido el asesinato con misiles de 21 ciudadanos latinoamericanos en aguas caribeñas, sin que medien los mínimos procedimientos del derecho internacional, y sin sanciones: se preparaba un atentado de falsa bandera contra la sede diplomática de USA en Caracas, para culpar al gobierno de Maduro y de esa manera justificar una invasión; el cuento del narcotráfico no les alcanza. El gobierno venezolano, luego de desmantelar ese intento e investigar los antecedentes y desarrollo de ese perverso hecho, encontró que la principal responsable intelectual del atentado planificado, es Corina Machado. ¿Coincidencia?

El Comité Noruego del Nobel, de esta manera, está dando un espaldarazo a los intentos desestabilizadores de Trump en Venezuela y Latinoamérica. En ese sentido debe estar feliz Trump de que el Nobel le hayan dado a Machado y no a él mismo, abona a su plan; de seguro deben haber llegado a un acuerdo al respecto, aunque USA aparente desacuerdo con la decisión del Nobel.

Hace tiempo que el “Premio Nobel de la Paz” perdió total credibilidad en el mundo. Se ha convertido en un instrumento del imperio. El arrepentido inventor de la dinamita, Alfred Nobel, debe estar remordiéndose en su tumba por el rumbo que ha tomado su propósito.

Si se fijan en la lista de galardonados con el Premio Nobel de la Paz, desde el año 1901 en que inició, la gran mayoría han sido europeos (incluida la propia Unión Europea) o de Estados Unidos de Norteamérica. Un total de 20 ciudadanos y 3 organizaciones de USA, hasta la fecha, han recibido ese premio, incluyendo el carnicero de Vietnam, Henry Kissinger (en 1973), así como algunos presidentes de esa nación. Todo ello, siendo que Estados Unidos ha sido durante los siglos XX y XXI el país que más ocupaciones violentas, genocidios y guerras ha promovido y ejecutado alrededor del mundo.

Muy pocos de esos personajes y organizaciones norteamericanas realmente merecieron ese premio, en el espíritu de los mandatos de Alfred Nobel. Martín Luther King (en 1964) y la “Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear” (en 1985), por ejemplo. Esta última, aunque consta como organización norteamericana, en realidad fue un esfuerzo internacional promovido por médicos de USA y de la ex URSS.

Entre los galardonados con este premio “por la paz”, constan también tres líderes del estado más guerrerista del mundo, Israel, por su supuesta contribución a la paz en Medio Oriente, situación que no ha ocurrido, sólo se ha agravado. Todas las maniobras diplomáticas del estado sionista y sus líderes, han tenido sólo la intención de ganar tiempo para continuar con la ocupación y el genocidio del pueblo palestino y de otros pueblos árabes y musulmanes vecinos.

Otras veces, los Nobel de la Paz han sido utilizados con la intención de desacreditar la imagen de gobiernos incómodos para occidente, como los de la República Popular de China o Rusia. O para deslegitimar las luchas de liberación, como en el caso de Colombia, avalando sólo a una parte del conflicto: el Estado (Juan Manuel Santos, en 2016).

Los premios a otros personajes u organizaciones, como las Naciones Unidas y sus agencias, o en Latinoamérica Adolfo Pérez Esquivel (en 1980) y Rigoberta Menchú (en 1992), sólo han tenido la intención de lavar la imagen tan desprestigiada del comité noruego que asigna los premios.

Pero hubo personajes dignos en la historia que se negaron a recibir los premios Nobel, no sólo de la Paz, sino en otros campos. Uno de los casos más emblemáticos fue el líder de la resistencia vietnamita contra la guerra de ocupación yanqui, Lê Ðức Thọ, que se negó a recibir el premio de la Paz en 1973, justo en el mismo año en el que el comité noruego quiso premiar en forma conjunta a él y a Kissinger. Hubiera sido indigno compartir premio con semejante nefasto personaje.

Otro de los importantes personajes que se negó a recibir el Premio Nobel, en este caso de literatura (1964), fue Jean-Paul Sartre. Rechazó el premio porque no quería convertirse en un símbolo del sistema que cuestionaba, ni afectar su libertad crítica y creativa.

El Premio Nobel de la Paz del 2025, a una persona como Corina Machado, que en nada contribuye a la paz, sino al contrario, a la confrontación contra un régimen que no es de agrado del imperio; el premio a este personaje que desconoce el derecho a la autodeterminación de los pueblos, aun a costa de su propio país; no es sino la ratificación de lo tan degradados que están los Nobel, especialmente los de la versión occidental de la paz: la paz del golpismo, del intervencionismo extranjero y el genocidio, la paz de las tumbas.

hnc / 10 octubre 2025

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