¿SON NECESARIAS LAS FF.AA.?


Otavalo militarizada, 24 de septiembre de 2025 (foto publicada por El Universo)

Costa Rica no las tiene desde 1948 (formalizado en la Constitución de 1949), luego de una consulta popular en la que el pueblo decidió eliminar el ejército y destinar esos recursos al desarrollo social. Y en efecto, es uno de los países latinoamericanos con mejores indicadores en salud y educación, mejores indicadores sociales en general.

Desde entonces, otros países en el mundo han seguido el ejemplo de Costa Rica y no tienen ejércitos, o estos son pequeños y no permanentes. Lamentablemente, las grandes potencias, de diferentes tendencias ideológicas, al contrario, dedican ingentes esfuerzos y recursos a sus ejércitos y al armamento, incluidas las devastadoras armas nucleares.

La Constitución del Ecuador, a más del artículo 5 que establece claramente:

“Art. 5.-El Ecuador es un territorio de paz. No se permitirá el establecimiento de bases militares extranjeras ni de instalaciones extranjeras con propósitos militares. Se prohíbe ceder bases militares nacionales a fuerzas armadas o de seguridad extranjeras.”

En el artículo 158, define las funciones de las FFAA y la Policía Nacional:

“Art. 158.- Las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional son instituciones de protección de los derechos, libertades y garantías de los ciudadanos.

Las Fuerzas Armadas tienen como misión fundamental la defensa de la soberanía y la integridad territorial.

La protección interna y el mantenimiento del orden público son funciones privativas del Estado y responsabilidad de la Policía Nacional.

Las servidoras y servidores de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional se formarán bajo los fundamentos de la democracia y de los derechos humanos, y respetarán la dignidad y los derechos de las personas sin discriminación alguna y con apego irrestricto al ordenamiento jurídico.”

Sin embargo, en la última semana, durante el paro nacional y levantamiento popular convocado por la CONAIE y otras organizaciones sociales, se ha visto a las FFAA en un inusitado despliegue represivo en ciudades y comunidades del país. El presidente de la República, que teme a los pueblos, llegó primero a Latacunga y luego a Otavalo, protegido por una enorme caravana de vehículos y tropas militares. La escalada represiva en la provincia de Imbabura, luego de la “visita” del presidente, llegó a niveles extremos con el asesinato a mansalva de Efraín Fuérez, dirigente de la comunidad de Cuicocha del cantón Cotacachi, además de decenas de heridos y detenidos, algunos de ellos trasladados ilegal y perversamente a cárceles de alta peligrosidad en provincias lejanas a su lugar de residencia.

¿Será que, con ello, las FFAA están cumpliendo su “misión fundamental de defensa de la soberanía y la integridad territorial”? como manda la Constitución. Pues a mí y a millones de ecuatorianos, no nos convence. Es obvio que más bien están sirviendo a otros intereses, que no son lo del país, ni los de su pueblo. Para garantizar y edulcorar ello, el imperio se inventó la doctrina de la “seguridad nacional”, todo un catecismo de guerra contra el pueblo. En ese marco, los estados de excepción a su medida, con la militarización del país, se han convertido en la regla del gobierno de Noboa.

Tampoco han cumplido las FFAA y la Policía en estos días (como no lo hicieron en octubre 2019 y junio 2022) con su misión de proteger “los derechos, libertades y garantías de los ciudadanos”. Al contrario, han atentado contra los derechos, las libertades y las garantías del pueblo que reclama por los mismos. ¿Será que la Constitución discrimina y se refiere solo a los “ciudadanos de bien”, como suelen llamarse así mismo las clases dominantes y quienes se creen tales o son sus vasallos (aunque pobres)?

Según la Constitución, las FFAA se justificarían si hubiera necesidad de defensa de la soberanía y la integridad territorial. Luego del Protocolo de Río de Janeiro, con el que un gobierno oligárquico (nada patriota) cedió en 1942 enorme extensión de territorios de la Amazonía; y luego de los conatos de guerra con el Perú, de Paquisha (1981) y el Cenepa (1995), en realidad no hay actualmente amenazas a nuestra integridad territorial. A no ser una reavivada amenaza que viene desde el imperio del norte, que quiere no sólo establecer bases militares en nuestro territorio sino probablemente apropiarse de las Galápagos por su ubicación estratégica; en ese caso, el papel constitucional de las FFAA debería ser impedirlo, no allanarse a la traición a la Patria y la Constitución desde un gobierno oligárquico.

Pero, tal vez, la explicación de lo que hoy ocurre en el Ecuador está en tiempos muy antiguos de la historia mundial. En ese sentido, la retórica de la Constitución respecto de las FFAA y la Policía es ilusa (aunque necesaria), incluso cínica. En la práctica, la defensa de la soberanía y el territorio son sólo objetivos secundarios y eventuales; los derechos de la población no cuentan cuando priman los intereses de los grupos de poder criollos y del imperio con sus corporaciones.

¿Quién le da poder (y el supuesto derecho) a unos seres humanos para agredir, incluso asesinar a otros seres humanos, a nombre del Estado, con el eufemismo del “bien común”? La respuesta podría encontrarse aún antes de que las sociedades se estructuraran como estados: se trata del monopolio de la violencia por parte del poder, inicialmente del clan más fuerte, del que mejor sabe armarse y matar. Esa violencia desde el poder, que también fue patriarcal desde el inicio, se ha ido perfeccionando y diversificando. Las iglesias monoteístas, como parte del poder también la han ejercido y la siguen ejerciendo. La inquisición católica no ha terminado, sólo ha cambiado de forma; pero también la violencia intolerante de un fundamentalismo a nombre del Islam, persiste, los cuerpos de las mujeres uno de sus objetivos.

Las poderosas huestes militares de los estados esclavistas de milenios pasados, se dispersaron temporalmente en la Edad Media en ejércitos de pequeños reinos y condados (sobre todo en Europa); pero se volvieron a consolidar en grandes ejércitos nacionales cuando Europa decidió conquistar tierras y pueblos por todo el mundo, desde la Abya Yala, hasta África, Asia, Australia y Oceanía. Y ese es el origen de las contemporáneas Fuerzas Armadas, los ejércitos de la conquista y el saqueo. Los seres humanos aprendieron a hacer guerras para acumular más poder, y hoy la guerra es un lucrativo negocio, que, a más de garantizar el dominio, enriquece a las corporaciones y a los políticos corruptos. El clímax en el siglo XX fueron la I y la II guerras mundiales, pero tuvieron otros ensayos de dominio y exterminio, en Corea, Vietnam o Palestina, y en otras partes del mundo.

No en vano Trump se jacta de la imposición de un alto porcentaje del PIB para la guerra (no para la defensa) a los estados europeos de la OTAN, y lo dice descaradamente: con ello EEUU sigue vendiendo armas para Ucrania o para cualquier otra aventura guerrerista, Europa es quien paga la factura y EEUU quien se enriquece a costa de la guerra.

El arsenal nuclear que al momento existe, parte de un peligroso equilibrio armamentista, podría destruir fácilmente al mundo en menos de un día, si una guerra global se desatara.

Pero también se libran pequeñas batallas (pequeñas comparadas con la escala global). Daniel Noboa tiene su propia guerra en el Ecuador. Sabe que ello es “necesario”, para su clase social y su familia. Cada vez de manera más desvergonzada, la clase dominante, no sólo en el Ecuador, sino desde Estados Unidos de Norteamérica hasta gran parte del continente, está migrando sus negocios: desde las industrias y agroindustrias de producción de bienes “legales”, hacia industrias tóxicas y depredadoras, dentro de las cuales, la producción y comercio legal e ilegal de armas es una gran fuente de acumulación. Pero las oligarquías también han incursionado en otros negocios sucios, como el del narcotráfico.

Hoy por hoy, el narcotráfico es uno de los pilares fundamentales del capitalismo occidental; lucran sobre todo en el centro imperial, donde no les interesa controlar a los carteles (cartel es un eufemismo de las alianzas público – privadas que lucran del narco), sino al contrario, deben garantizar el flujo de drogas y controlarlo para su beneficio. Para ello, son importantes las Fuerzas Armadas y la Policía, que suelen estar ampliamente infiltradas. No es de sorprenderse si las fuerzas militares de diverso tipo y en diferentes países, participan en el trasporte y custodia de las drogas. Al ex embajador estadounidense en el Ecuador, Michael Fitzpatrick, se le escapó hace unos años el desliz de los “narco-generales” (no habló de narco-sargentos o narco-tenientes); seguramente después se arrepintió de su delación, más de una llamada de atención debió haber recibido de la CIA y el Pentágono: ¿cómo se permite hablar en ese tono de los respetables generales de un país aliado? Ese calificativo, la CIA y ahora abiertamente el presidente Trump, se guardan cínicamente para los enemigos, para Venezuela, Cuba y Nicaragua; y podría hacerlo extensivo también a México, Brasil o Colombia, u otro país de la región, cuando las circunstancias lo ameriten.

Pero, para no desviarnos del tema (aunque es parte de), regresemos a las Fuerzas Armadas o a los ejércitos. Este asunto no estuvo fuera de la discusión de los revolucionarios europeos a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX. Uno de los temas centrales de discusión fue la necesidad o no de un ejército permanente para los procesos revolucionarios y para la construcción de un estado socialista. Se partía del hecho de que el ejército permanente es una de las columnas fundamentales del estado burgués, y si la revolución busca en última instancia la extinción del estado, un ejército permanente estaría sobrando; pero se trataba sólo de un ideal de sociedad, no del socialismo real.

Tanto Rosa Luxemburgo, como Lenin, reflexionaron al respecto:

“…desde el punto de vista de clase del gobierno y de las clases dominantes actuales, la supresión del ejército permanente y la introducción de la milicia, es decir, el armamento del pueblo, debe parecer una imposibilidad, un absurdo?". (Rosa Luxemburg, La milicia y el militarismo)

"El ejército permanente y la policía son los principales instrumentos del poder estatal... El poder estatal centralizado propio de la sociedad burguesa surgió en el período de la caída del absolutismo. Dos instituciones son las más características de esta maquinaria estatal: la burocracia y el ejército permanente. En sus obras, Marx y Engels muestran repetidamente que es la burguesía con la que estas instituciones están unidas por miles de hilos". (Lenin, El Estado y la revolución)

Luxemburgo y Lenin creían que la milicia revolucionaria, una vez tomado el poder, sería innecesaria, y en todo caso no se requeriría un enorme ejercito permanente al estilo de los estados burgueses. Y esa fue una de las bases del conflicto de Lenin y Stalin con Trotski, al que acusaron de menchevique por “promulgar ideas burguesas”. Trotski pensó siempre en que la revolución debe ser permanente y a nivel global, que no basta con tomar el poder en uno o en pocos países, que ello es inviable a largo plazo. Lo cierto es que, luego de la muerte de Lenin, y ante el acoso del imperialismo y el capitalismo mundial contra la revolución soviética, y en vísperas de la segunda guerra mundial, la URSS, bajo el mando de Stalin, tuvo que fortalecer, profesionalizar y modernizar su ejército, lo cual fue fundamental para enfrentar y derrotar al nazismo. A partir de la segunda guerra mundial y ante el oportunismo violento de occidente, la URSS supo que tenía que dar aún más importancia al ejército (permanente) y a las carreras armamentística y nuclear. De alguna manera, el actual ejército ruso tiene esa memoria y esa herencia del antiguo Ejército Rojo, eso aterra a occidente.

El debate del ejército permanente, volvió a darse en circunstancias diferentes durante la revolución China. Pero tanto China como Vietnam, supieron combinar perfectamente las estrategias de un ejército regular y la guerra de guerrillas, concepción que influiría en otros movimientos revolucionarios en el mundo. Hoy, las Fuerzas Armadas de China, son la pesadilla de occidente, más aún con las alianzas económicas, políticas y militares con Rusia, la República Democrática de Corea y otros países que van alimentando los BRICS.

Así que, volviendo al pensamiento original de Rosa Luxemburgo y Vladimir Ilich Lenin, queda claro el papel de los ejércitos burgueses, al servicio del capital y el poder, y no al servicio de la nación y el pueblo; en Latinoamérica lo vivimos claramente en el gobierno de la Unidad Popular en Chile y en el golpe militar y de la CIA contra Allende. Los ejércitos burgueses latinoamericanos nunca vacilan de qué lado ponerse, sólo algunos oficiales y tropas rompen ocasionalmente ese alineamiento en situaciones extremas (hay varios ejemplos en Latinoamérica del siglo XX),  eso lo sabían perfectamente Fidel y Hugo Chávez.

Por ello, no es de sorprenderse, que luego del relativamente corto período del gobierno progresista de Rafael Correa en el Ecuador, al que sin ser revolucionario lo sintieron como una amenaza; la oligarquía ecuatoriana ha dado una especial importancia a las FFAA y la Policía, aumentando sus prerrogativas económicas y garantizando mediante decreto, la impunidad de su accionar por fuera de la ley y la Constitución. El último paso definitivo que pretenden, es un nuevo proceso constituyente que tiene como uno de sus objetivos permitir bases militares extranjeras (de USA) en el territorio nacional, para fortalecer a los cuerpos represivos del Estado, y por otro lado, constitucionalizar los abusos de la represión contra el pueblo. Paralelamente, la oligarquía busca también armar bandas paramilitares de civiles a su servicio y hay mucha “gente de bien” muy presta para ello. Se preparan para la guerra, pero no para defender las fronteras, sino una guerra interna contra el pueblo; de hecho, la actual represión militar y policial es un ensayo.

Por ello no sorprende el enorme operativo militar y policial en la digna Otavalo, de donde, de todas maneras, Noboa tuvo que huir en helicóptero ante la ira popular. Estarán afinando algunos detalles operativos luego de ese fiasco.

Para Foucault, el ejercicio del poder disciplinario requiere de inspección jerárquica, sanción y normalización. Y en la sociedad burguesa, la clase dominante sabe que las FFAA y la policía (los campamentos militares, al decir de Foucault) son los primeros lugares en los que se desarrollaron y aplicaron estas tecnologías de poder; pero no los únicos lugares, la educación es otro espacio. El militar (y el policía) tienen que primero ser sometidos al poder jerárquico, ser obedientes, no deliberantes, para cumplir eficientemente y sin discusión las tareas encomendadas, esto es: la represión, normalizada por la sociedad; y en ese marco, las responsabilidades se diluyen con la frase “orden superior”, que puede llegar hasta dios, como en el caso del genocida ejército sionista.

La situación de violencia estatal al extremo del terrorismo estatal, no parece tener salida diferente a corto plazo, lamentablemente, a menos que cambie radicalmente -para bien- primero la correlación de fuerzas y luego la misma sociedad humana a nivel global. Y como en estos días y a pesar de todo, se me ha dado por soñar. Sueño que ello si es posible, algún día, sueño en un Ecuador y en un mundo diferentes, donde haya igualdad, paz, seguridad y bienestar para todos, en armonía con la naturaleza; donde no sean más necesarias ni fuerzas armadas ni policía, en ninguna parte del mundo; donde se elimine la amenaza del peligroso arsenal nuclear y otras miserias humanas; donde la vida al fin pueda cantar libre, como ha sido el ideal de los pueblos originarios de la Abya Yala, que han tenido el coraje de resistir más de 500 años de conquista y colonialismo violentos.

hnc / 28 septiembre 2025

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