¿LA CUARTA CAÍDA?


El primero fue Abdalá Bucaram en 1997. Y cuando se pensaba que ese hecho insólito no podía repetirse en el Ecuador moderno, Jamil Mahuad fue derrocado el año 2000. El tercer derrocamiento popular de un presidente de la República llegó en el año 2005, aquella vez el destituido fue Lucio Gutiérrez.

En realidad, no fue la primera vez que el pueblo ecuatoriano, las fuerzas cívicas como solían llamarse, destituían mediante amplias movilizaciones a gobiernos nacionales.

Sin ir muy lejos, hace cien años, luego de la masacre de los trabajadores en Guayaquil el 15 de noviembre de 1922, la conciencia del pueblo se fortaleció en demanda y defensa de derechos, esa ola democrática llegó a la joven oficialidad de las Fuerzas Armadas que casi tres años después, en julio de 1925, participó en el derrocamiento del poder de la plutocracia y la bancocracia, representadas por el gobierno de Gonzalo Córdova, dando paso a gobiernos cívicos provisionales y finalmente al gobierno de Isidro Ayora, en un movimiento conocido como la “Revolución Juliana”, que hizo profundas transformacionales sociales e institucionales en el Ecuador.

Veinte años más tarde, en lo que se conoció como “La Gloriosa”, un levantamiento popular iniciado en Guayaquil, derrocó al presidente Carlos Arroyo del Río (un agente de la oligarquía), y con el consenso de una amplia alianza que incluyó partidos desde la derecha liberal hasta los partidos comunista y socialista, “La Gloriosa” puso en el poder a Velasco Ibarra. Sin embargo, los mismos gobiernos de Velasco Ibarra despertaron amplio rechazo popular, especialmente el quinto y último (1968-1972) cuando se declaró dictador y desató una ola represiva en el país.

Las caídas de Bucaram, Mahuad y Gutiérrez, ocurrieron durante el período posterior a las dictaduras militares de las décadas de 1960 y 1970, cuando el Ecuador vivió el llamado “retorno a la democracia”, que comenzó con el corto gobierno constitucional de Jaime Roldós Aguilera (1979-1981), truncado por su asesinato en un episodio muy oscuro encubierto como un “accidente” de la nave aérea en la que viajaban el presidente, su esposa Martha Bucaram y algunos funcionarios civiles y militares.

Sobre las últimas destituciones populares de presidentes de la república, vale la pena traer a la memoria algunos hechos. Las tres caídas fueron diferentes, cada una tuvo sus propias motivaciones y su sello característico.

Abdalá Bucaram fue destituido por vergüenza, por razones de forma. A la burguesía y a la llamada clase media, especialmente de Quito, les provocaba mucha vergüenza las payasadas que hacían Bucaram y algunos de sus cercanos colaboradores. Es cierto que hubo sectores populares también en las movilizaciones que llevaron a su derrocamiento, incluso comunidades indígenas se sumaron. Pero fueron sobre todo la burguesía y la pretendida “clase media” de Quito las que lo tumbaron, no podían soportar los bailes del “loco” en la tarima, o su lenguaje procaz, sus risotadas escandalosas en actos públicos; más, todo ello encubría el hecho fundamental, no era un hijo de la oligarquía, ni su sirviente, incluso se atrevió a tocar algunos intereses corporativos. Las acusaciones de corrupción y de hurto de dineros públicos, fueron el pretexto, como si la propia riqueza de la clase dominante no fuera producto de la explotación, el despojo y la corrupción. A Abdalá, el Congreso Nacional dominado por la burguesía, le diagnosticó incapacidad mental… sin historia clínica.

Con Mahuad, la cosa fue diferente. Él si fue un mimado de las oligarquías, sobre todo de la bancaria. Formaba parte de un partido de la rancia burguesía ecuatoriana, la democracia cristiana (Democracia Popular). Su caída no llegó de la mano de una “clase media” avergonzada, ella no participó, a no ser los sectores radicalizados cercanos a la izquierda política. Mahuad cayó por la dolarización del Ecuador y el feriado bancario, con los que saquearon los ahorros de gente humilde, en beneficio de los grandes banqueros que se habían auto aprobado créditos vinculados con los dineros de los ahorristas, y no dudaron en trasladar a paraísos fiscales ese capital ilícitamente adquirido. A Mahuad le botó la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), a la que oportunistamente se alió de forma temporal un grupo de oficiales de mandos medios de las FFAA y la Policía, liderados por Lucio Gutiérrez, quien forjó su carrera política a partir de ello.

Lucio Gutiérrez llegó a la presidencia de la República montado sobre la ola de la indignación popular contra los banqueros y la derecha política. Su candidatura fue apoyada por partidos de izquierda y movimientos sociales, incluida la CONAIE. Luis Macas y Nina Pacari, dirigentes históricos de la CONAIE, llegaron a ser ministros de Agricultura y de Relaciones Exteriores, respectivamente. Pero pronto vino el desencanto contra el “dictócrata”, como se autocalificaba Gutiérrez. El gobierno de Gutiérrez inició o fortaleció el clientelismo político dentro de las instituciones públicas del Ejecutivo. Obligaba a salir a funcionarios públicos en marchas de respaldo a su gestión, y movilizaba con fondos públicos a supuestos simpatizantes suyos desde diferentes provincias, claro, con un pequeño pago a cambio. Ello se repetirá luego en otros gobiernos, incluido el actual.

La huida de Lucio Gutiérrez de la ira popular, no pudo ser más grotesca. Los estudiantes y el pueblo en general (calificados como “forajidos” por el presidente), que mantuvieron un cerco durante varios días, pero sobre todo la noche anterior, coparon la Plaza Grande y todo el centro histórico de Quito aquel 20 de abril del 2005. Los cuerpos represivos cedieron ante la presión popular. Tuvo que escapar en helicóptero desde la terraza del Palacio de Gobierno. En el Aeropuerto de Quito, otra multitud le esperaba, fue allí donde Gutiérrez tropezó al tratar de abordar apresuradamente otro helicóptero, imagen de su caída que quedó grabada para siempre.

Un grito simbólico que se inauguró con Bucaram (“¡Fuera, Abdalá, Fuera!”), acompañó en las últimas tres décadas las manifestaciones y levantamientos populares contra los gobiernos. Sólo fue cambiando el apellido. Se cantó también contra Rafael Correa: ¡Fuera, Correa, Fuera! Y ahora se ha retomado con fuerza contra el gobierno actual: ¡Fuera, Noboa, Fuera!, que retumba por todo el país.

En los levantamientos populares de octubre de 2019 (gobierno de Moreno) y junio de 2022 (gobierno de Lasso), los dirigentes del movimiento fueron muy explícitos en aclarar que no buscaban derribar a los gobiernos, sino oponerse a las medidas draconianas impuestas por el Fondo Monetario Internacional. Pero hoy, el sentimiento parece ser diferente, no basta oponerse a las recetas del FMI aplicadas irresponsablemente por Noboa. Muchas voces ven como única salida la renuncia de Daniel Noboa Azín, para acabar con el desgobierno, el saqueo de bienes públicos, el desmantelamiento de la salud y la educación públicas, el desempleo abierto y encubierto como informalidad, el avasallamiento de derechos laborales, la destrucción de la naturaleza, la enorme violencia (y un largo etcétera), que tienen paralizado al país desde mucho antes de la convocatoria al paro por la CONAIE. El pueblo no soporta más los abusos de la oligarquía violenta enquistada en el poder. Las condiciones para un estallido social están dadas. Puede que no sea ahora, depende de varias circunstancias, pero el pueblo está enardecido, ello ha sido evidente en los primeros días del actual levantamiento, agravado por la desmedida represión de la Policía y las FFAA, que en cambio cuidan bien las circenses marchas pagadas del oficialismo.

El mapa geopolítico latinoamericano y mundial, con varios gobiernos de izquierda y progresistas en nuestro subcontinente (incluidos los tres países más poblados: Brasil, México y Colombia), pero también con los vergonzosos gobiernos neoliberales y violentos de Milei, Bukele, Boluarte y Noboa. Así como el genocidio sionista contra el pueblo palestino, que no encuentra freno internacional, y la irracional política económica y guerrerista de Trump y el imperio, por todo el mundo. Ponen un marco más complejo a lo que sucede en el Ecuador, con la permanente amenaza de intromisión de bases militares yanquis.

En esas condiciones y como soñar no cuesta nada: sueño con que este gobierno oligárquico, contaminado por la gran delincuencia y el tráfico de cocaína en contenedores de banano, culmine antes de tiempo, sino no va a quedar país. Sería la cuarta caída provocada por la ira popular, en la reciente historia nacional. Tenía sueños parecidos cuando nadie pronosticaba la caída de Mahuad.

Que los sueños se cumplan.

hnc / 23 septiembre 2025

Comentarios

  1. Los "aguiluchos de Trump" serán cuidados hasta cuando la masividad movilizada alcance el tope y se logre administrar la calle de forma progresiva y constante, además urge construir un frente de todos incluida la no izq

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