ESTADO POLICIAL: los nuevos chivos


Foto: https://www.elcomercio.com/actualidad/politica/marcha-daniel-noboa-quito-muestra-episodios-pasaron-desapercibidos/

Deben estar preocupados y poniendo al menos un paréntesis a sus acciones rastreras. Deben estar evaluando la situación y planeando nuevas estrategias.

La retención por parte de comunidades indígenas de Cotopaxi, de tres agentes policiales encubiertos, que eran parte de un operativo para atentar contra Leonidas Iza, permitió sacar a la luz todo un entramado de espionaje a líderes y organizaciones comunitarias y populares, al estilo de un estado policial. Y no es nuevo, es vox populi la existencia de estos cuerpos parapoliciales, en el Ecuador y en muchos países latinoamericanos. La información recuperada en un proceso de justicia indígena en la comunidad de Planchaloma, es sin embargo una buena evidencia de que el estado policial opera contra líderes y otras personas que le resultan incómodas al poder.

En su novela “La Fiesta del Chivo”, Mario Vargas Llosa describe con lujo de detalles la forma de actuación y abusos del dictador Rafael Trujillo y los grupos parapoliciales a su servicio. Uno de los crímenes más atroces de Trujillo y sus bandas armadas, fue el de las hermanas Mirabal (Las Mariposas).

Pero no sólo fue en la República Dominicana que ocurrieron esas formas de violencia estatal, de abuso del poder de los dictadores de turno. Escenas similares ocurrieron en la Nicaragua de Somoza o en la Paraguay de Stroessner. En Haití, el famoso dictador François Duvalier (Papa Doc), tenía un grupo parapolicial a su servicio personal, los tonton macoute, que allanaban domicilios y organizaciones, asesinaban por doquier, con crueldad y total impunidad.

En la película de Costa Gavras, Estado de Sitio (1972), se denuncia cómo esos grupos parapoliciales al servicio de los estados represivos latinoamericanos, eran organizados, financiados y asesorados por la Central de Inteligencia de Estados Unidos de Norteamérica (CIA). Seguramente esa práctica de la CIA continúa hasta la actualidad, hoy modernizada con las nuevas tecnologías de comunicación.

Pero esas prácticas represivas, fomentadas por la CIA, se perfeccionaron y alcanzaron su clímax durante las dictaduras de Pinochet en Chile y Videla en Argentina.

En el Ecuador ha habido también varios episodios celebres relacionados con esos grupos parapoliciales y paramilitares. Uno de ellos, el de “los pichirilos” durante el tercer gobierno de Velasco Ibarra, cuando intentaron asesinar al periodista Alejandro Carrión (“Juan Sin Cielo”) que con sus denuncias era un estorbo para el régimen. El periódico La Calle a su tiempo recogió esa escena:

“Ahí fue donde se detuvo la camioneta verde de la policía, ahí donde obligó a Juan sin Cielo a descender, para que en su persona los cuatro verdugos cumplieran la justicia de Velasco Ibarra.  Cuando el periodista puso pie en tierra, el agua le llegaba al tobillo. La camioneta mantenía los faros encendidos. Las porras de los cuatro verdugos cayeron sobre él con la velocidad del rayo. Lo golpearon una y cien veces en el rostro y la cabeza. El periodista quiso defenderse y un garrotazo le quebró dos dedos de la mano derecha.  Otro garrotazo le destrozó la nariz. Entonces el periodista perdió el sentido. Al caer la cabeza se hundió en el agua helada y la razón le volvió brusca y oportunamente.  A esa agua helada debe su visa Juan Sin Cielo.  Volvió en sí el herido en el instante preciso en que alguien decía “¡Tírale al carro encima, carajo!"   El hondo instinto de la vida -hizo que Juan sin Cielo se arrastrara fuera de la cinta empedrada donde había caído y se refugiara en la cuneta. Aquello lo salvó: el carro de los verdugos no podía salir de la cinta empedrada, porque se quedaba preso en el lodazal hasta el otro día. Los verdugos siguieron hacia la Carolina.” https://pce50.tripod.com/Los%20Pichirilos.html

Durante el gobierno de León Febres Cordero (1984-1988) esos aparatos represivos encubiertos tuvieron su auge en el país. No sólo era el patrullaje de barrios populares con los “escuadrones volantes”, o el asalto al Palacio de Justicia con tanquetas (2 de octubre de 1984), al mismo estilo del amedrentamiento de Noboa Azín a la Corte Constitucional. Sino que en el gobierno de Febrero Cordero se vivió la más grande ola represiva (hasta ese momento), con detenciones arbitrarias, tortura, ejecuciones extrajudiciales, acciones que ocurrían en cárceles clandestinas montadas en cuarteles, o en edificios y casas particulares; toda una red del terror.

Y prácticas similares se mantuvieron durante casi todos los gobiernos posteriores, con diferentes estilos y mayor o menor intensidad. Lucio Gutiérrez, cuando fue presidente de la República, no se desplazaba a ningún lado sin su séquito de gorilas armados.

Incluso en los gobiernos de Rafael Correa se mantuvo esa práctica, de varias formas. Lo que cambian son las víctimas y algunos métodos. Recordarán el famoso agente disfrazado de cura, que vigilaba las movilizaciones anticorreistas de los años 2014 y 2015, hasta que lo descubrieron y pusieron en evidencia. Hoy, los militantes de Revolución Ciudadana (correísmo) han pasado a engrosar las filas de los perseguidos.

Los aparatos represivos del Estado han vuelto a fortalecerse sobre todo en los tres últimos gobiernos, de Moreno, Lasso y Noboa. El detonante fue el levantamiento popular de octubre del 2019; en esa ocasión les tomó por sorpresa el levantamiento y respondieron de una manera muy burda, aunque con un saldo trágico de 11 víctimas mortales del pueblo y cientos de heridos y detenidos. Pero, para el levantamiento de junio de 2022, la represión ya se había perfeccionado, fue cuantitativa y cualitativamente diferente a la represión del 2019: más selectiva, más tecnificada y más brutal, ya no tenían vergüenza alguna. Leonidas Iza fue líder en ambos levantamientos, de allí que no sorprende su actual persecución.

Ante el fracaso de los gobiernos de Moreno y Lasso, la CIA y los grupos oligárquicos nacionales sabían que tenían que poner al frente del Estado a una figura más acorde a los requerimientos represivos que demandan los nuevos tiempos. Estados Unidos, que se había descuidado de Latinoamérica por priorizar sus intervenciones militares en otras partes del mundo, vio florecer en los inicios del siglo XXI gobiernos progresistas y de izquierda; el que más le preocupaba y le preocupa, es el de Venezuela; pero además, miran como la revolución cubana ha resistido tantas décadas, a pesar del criminal bloqueo.

Un nuevo tipo de dictaduras requieren los intereses de USA en Latinoamérica. Ya no son necesarios golpes militares cruentos como los de Pinochet y Videla. Ahora los golpes son a través del fraude electoral o de mercenarios digitales, las nuevas tecnologías electrónicas en los procesos electorales facilitan ese camino.

Y los modelos de esos nuevos golpes se multiplicaron. Primero fue el ensayo en Guatemala con Alejandro Giammattei, luego vinieron Bukele en el Salvador y Bolsonaro en el Brasil (de allí la furia del imperio por el proceso judicial a Bolsonaro), Noboa en Ecuador y Milei (la perla imperial y sionista) en Argentina.

No es de sorprenderse que luego del asesinato de Fernando Villavicencio, Daniel Noboa Azín mágicamente pasó a segunda vuelta y luego fue elegido presidente de la República en su primer mandato del 2023, cuando no era de los candidatos favoritos. Para la segunda contienda electoral del 2025 ya las cosas iban a ser más fáciles, desde el poder absoluto.

Noboa estableció un estado militarizado y policial casi desde el primer momento de su posesión en el primer mandato. La violencia contra el pueblo empobrecido, creció, en todas sus formas, desde el despojo, el quitarle derechos básicos (incluida la salud y la educación), hasta los crímenes de Estado y los asesinatos por grupos delictivos que tienen intrincados vínculos con el poder.

Nuevamente los ecuatorianos comenzamos a ver vehículos con vidrios ahumados y sin placas, con hombres encapuchados y armados en su interior; especialmente más activos en momentos críticos electorales o de movilización social. Las casas clandestinas donde actúan grupos policiales de civil, encubiertos, han proliferado en todo el país, como en los tiempos de Febres Cordero. Incluso chats promovidos por la policía para la supuesta seguridad de vecinos de barrios, tendrían la intención de recabar información y vigilar a los sospechosos.

Según refiere el medio La Raíz, a propósito del proceso de justicia indígena contra los tres policías retenidos por presumiblemente atentar contra el ex presidente de la CONAIE y ex candidato presidencial, Leonidas Iza:

“Las audiencias realizadas en Planchaloma, Cotopaxi, revelaron la existencia de una estructura estatal de espionaje, descubierta tras el análisis de chats y un interrogatorio a tres agentes de policía.

En su testimonio, los agentes confesaron que realizaban actividades de inteligencia no solo contra Leonidas Iza, sino contra todo el movimiento indígena y diversas organizaciones populares, a través de una red dedicada al espionaje, persecución e infiltración. La unidad a la que pertenecían los policías retenidos estaba conformada por 16 agentes y 2 superiores; sin embargo, según las investigaciones comunitarias, existiría al menos 2000 agentes de la Dirección General de Inteligencia desplegados a nivel nacional.”

Y la estimación de 2000 agentes de la “Dirección General de Inteligencia” de la Policía Nacional, podría quedarse corta. Estamos viviendo un estado policial muy violento. Hay dinero para montar centros clandestinos de la policía y pagar a 2000 agentes (seguramente con aporte también de la CIA y otros grupos delictivos nacionales e internacionales) para perseguir a dirigentes populares y de oposición; la policía y las FFAA están al servicio de las empresas mineras, pero no hay seguridad para la población; se despide a médicos y enfermeras, se desmantelan la salud y la educación públicas.

Quienes todavía piensan (incluso dentro de la izquierda) que Daniel Noboa ganó limpiamente en el último proceso electoral. Quienes creen que se trata de un gobierno que quiere hacer el bien para el país y su población. Están totalmente obnubilados por la propaganda que nos invade por todos los medios, especialmente por las redes sociales.

La fiesta del chivo Trujillo, narrada magistralmente por Vargas Llosa, podría ser sólo una sombra frente a las nuevas formas de represión que promueve el imperialismo a nivel de Latinoamérica y el mundo. La muestra más clara está en el genocidio, en el exterminio del pueblo palestino en Gaza y Cisjordania, mientras las Naciones Unidas hacen sólo tibias declaraciones y ninguna acción de protección real de ese pueblo martirizado. Deberíamos mirarnos todos en el espejo del pueblo palestino y en las amenazas al gobierno y pueblo venezolanos. Esperamos que no sea tarde para actuar, para rebelarnos.

hnc / 23 agosto 2025

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