EL ARTE QUE
INCOMODA
Una canción, una pintura, una
obra de teatro, una película, un poema, pueden causar más impacto que un misil Tomahawk,
que la ocupación sionista en los Altos del Golán.
Las artes no están para ser
sumisas, para suavizar los abusos del poder; sí para denunciar, para incomodar,
para comprometerse con las luchas de los pueblos por su libertad y por sus
derechos. Muchas y muchos de los grandes artistas (la mayoría, diría), en
diferentes géneros, han sido contestatarios, y por ello despreciados por el
poder, incluso víctimas del mismo. De los casos más emblemáticos y brutales de
intolerancia con los artistas contestatarios: las detenciones y asesinatos de Federico
García Lorca y de Víctor Jara, en tiempos diferentes, pero bajo las mismas
manos del fascismo.
Ese rostro insumiso del arte, con
la herencia de García Lorca y Jara, es lo que parece molestó de la performance
de Mugre Sur en el último QuitoFest del 2024. Tal como en la inauguración de
las últimas olimpiadas de Paris 2024 causó incomodidad la representación
artística -con María Antonieta decapitada y su cabeza en las manos- y un bacanal
que fue confundido con una escena religiosa por los conservadores a la
defensiva.
Una obra artística no puede ni
debe agradar a todos. Allá quienes gustan de escenas y canciones edulcoradas
para agradar al poder y a los “neutros” en sus fiestas privadas.
Charles Bukowski, el “poeta
maldito”, solía burlarse de la vida y de la muerte, de los formalismos que ponen
barreras o pretenden ponerlas a la creación artística. Entre sus frases más contundentes:
“Un intelectual dice una cosa simple de una manera dura. Un artista dice algo
difícil de una manera simple” y sí que saben impactar, los artistas más que los
intelectuales. Y añadía Bukowski “Lo que más importa es qué tan bien caminas a
través del fuego”… “El problema del mundo es que las personas inteligentes
están llenas de dudas, mientras que los estúpidos están llenos de confianza”.
Nicanor Parra, el anti poeta por
esencia, fue siempre mordaz y desafiante, sabiendo que ello le exponía. Sus “Artefactos”,
que incluyen no sólo grafitis y otros textos, sino también imágenes, no pueden
ser más desafiantes.
De “Artefactos”, Nicanor
Parra
El brutal crimen de Pier Paolo
Pasolini siempre estuvo lleno de falsos testimonios, el posterior asesinato del
presunto autor del crimen (un bulo) justo cuando comenzaba a develar la verdad,
puso más opacidad. Pasolini no sólo fue realizador y director cinematográfico,
sino también poeta, actor, periodista, ensayista, novelista y activista
político. Su asesinato tuvo sin duda relación con su conocida homosexualidad y
con su activismo político; incomodaba Pasolini al poder y muchos querían verlo
muerto, hasta que lo lograron.
A los fascistas debe incomodarles
bastante el Guernica de Pablo Picasso. Cuando preparaba su obra, Picasso
explicó:
“Mi trabajo
es un grito de denuncia de la guerra y de los ataques de los enemigos de la
República establecida legalmente tras las elecciones (…). La pintura no está
para decorar apartamentos, el arte es un instrumento de guerra ofensivo y
defensivo contra el enemigo. La guerra de España es la batalla de la reacción
contra el pueblo, contra la libertad. En la pintura mural en la que estoy
trabajando, y que titularé Guernica, y en todas mis últimas obras, expreso
claramente mi repulsión hacia la casta militar, que ha sumido a España en un
océano de dolor y muerte.”
Y podríamos seguir con muchos
ejemplos sobre el compromiso político del arte. Basta ver más cerca las
películas del Pocho Álvarez en el Ecuador, o escuchar las canciones del Chamo
Guevara, ver los trazos insurrectos de Pilar Bustos o las obras de Eduardo Kingman, Oswaldo Guayasamín o Carlos Rodríguez.
La música contemporánea en el
Ecuador y en América Latina, en algunas de sus vertientes viene acompañada de
un lenguaje insurreccional, de enfrentamiento al poder, a través de expresiones
diferentes como las del Hip Hop, que los formales degustadores del arte empalagoso,
no alcanzan a comprender. El Hip Hop inició en el Bronx de Nueva York, como una
expresión artística contestaria desde el pueblo afroamericano, perseguido y
discriminado aún en el siglo XXI; y se extendió por Latinoamérica y otras
partes del mundo, donde se enriqueció con matices regionales y locales.
Las obras de Mugre Sur se
inscriben en ese grito por la libertad y la igualdad, tienen mensajes fuertes,
generalmente acompañados de performances. Mugre Sur, al decir de sus propios
integrantes, es “una voz de los que no tienen voz”.
Entre los ofendidos por la
presentación de Mugre Sur en el último QuitoFest, está la ministra de Cultura
del gobierno de Daniel Noboa (como no, a pesar de los supuestos antecedentes de
otro tipo de Romina Muñoz, que los quemó cuando aceptó la cartera en un
gobierno tan nefasto); y un grupo de concejales del Distrito Metropolitano de
Quito, que pretendieron sancionar al Secretario de Cultura del Municipio, responsable
del QuitoFest, por permitir semejante “afrenta”; hecho que fue frenado a tiempo
por la decisión mayoritaria del Concejo y el Alcalde, que se oponen a la
censura del arte, a esa censura de las primeras películas que pasaban primero
por la inquisición de la iglesia católica y que hoy algunos quieren revivirla. El
señor concejal Wilson Merino, una de las sonoras voces cándidas y ofendidas, ya
podrá despedirse de sus aspiraciones electorales futuras.
Uno de los mejores textos
compartidos por redes sociales, que resume la situación creada a partir de la
presentación de Mugre Sur, es aquel de Gabriela Eljuri. Transcribo sólo el
primer párrafo del mismo:
“Al
Ministerio de Cultura le espanta la ‘violencia’ expresada contra un muñeco de
cartón en un acto performativo desde la música, pero parece que no le espanta
la violencia en las calles, la violencia de la miseria, la violencia contra la
vicepresidenta y contra la exministra de energía, la violencia del
extractivismo contra las comunidades, la violencia del irrespeto a las normas
mínimas de un Estado de derecho, la violencia que expulsa a cientos de
ecuatorianos día a día del país. No les incomoda la violencia, les incomoda
todo aquel que se oponga al gobierno.”
En efecto, muchos nos preguntamos
¿Qué hubieran dicho los que se ofendieron con la performance de Mugre Sur, si el
muñeco de cartón hubiera representado a un político que no es del agrado del
gobierno, o a un dirigente indígena o popular?, seguramente hubieran festejado,
o sonreído en silencio cómplice, y tienen derecho, es su ideología.
Por nuestra parte, que el arte siempre
viva libre y que provoque comezón en el poder y sus agentes. Si no, deja de ser
arte, se convierte en propaganda oficial.
hnc / 16 dic 2024
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