¿GUERRA CONTRA EL NARCOTRÁFICO
O GUERRA CONTRAINSURGENTE?
Ecuador y El Salvador, coincidentemente dos países pequeños y con economías dolarizadas, son escenarios de ensayo de una nueva modalidad de guerra contrainsurgente, que en realidad ya comenzó desde hace veinte años, a diferente escala, en otros países latinoamericanos.
Estados Unidos de Norteamérica no
va a permitir una nueva Cuba en el continente americano, de allí su agresiva
política de bloqueo, sometimiento y acoso económico y político contra
Venezuela, donde se desarrolla el proceso más radical y consistente del llamado
“socialismo del siglo XXI” o “progresismo” en Latinoamérica, que sigue dando dolores
de cabeza al imperio y a la derecha latinoamericana, a pesar de la desaparición
temprana de su principal líder, Hugo Chávez.
Estados Unidos se había
descuidado de su patio trasero (término abusivo y despectivo, originado en la
época del gobierno del presidente norteamericano James Monroe y su Doctrina
Monroe en el año 1823). Asediado por las preocupaciones en Oriente Medio (Irán,
Irak, Palestina y Afganistán, fundamentalmente), así como los desafíos de Corea
del Norte y las crecientes influencias de China y Rusia en el mundo, USA dejó
de preocuparse de Latinoamérica a la que creía pacificada o con focos de
insurgencia controlables.
En la segunda mitad del siglo XX,
USA había ensayado diferentes formas de agresión directa en países latinoamericanos
y del Caribe. No sólo el bloqueo a Cuba y su revolución, sino otras acciones
directas en Guatemala, República Dominicana, Panamá o Grenada; bases militares
en países como Colombia, como parte del “Plan Colombia” de supuesta lucha
contra el narcotráfico, aunque en realidad se trataba de un plan contrainsurgente
contra las FARC y otros grupos guerrilleros. Hasta golpes de estado e
imposición de dictaduras militares como las de Brasil y el Cono Sur.
Pero el siglo XXI comenzó
diferente, le tomó por sorpresa al imperio. Ya no se trataba de combatir a
columnas guerrilleras en la selva, sino a gobiernos elegidos democráticamente,
a los que caracterizaba como revolucionarios, socialistas o comunistas. Creyó
que luego del golpe de Chile en 1973 contra el gobierno legítimo de Salvador Allende,
no se iban a repetir en la región (su “patio trasero”) gobiernos de izquierda o
progresistas elegidos con las mismas reglas de la democracia burguesa.
Pero, además, comenzó a constatar
grandes movilizaciones populares, que ponían en riesgo al sistema, y no sólo en
Latinoamérica, sino en su propio territorio (Seattle 1999). Hoy debe
preocuparle mucho las enormes movilizaciones de apoyo a la causa palestina y
contra el genocidio sionista en Gaza, que ocurren en diferentes ciudades de
USA.
Se acaba de cumplir el 30 aniversario
de la irrupción del Ejército Zapatista (EZLN), aquel 1 de enero de 1994 en
Chiapas, México. Y se había vivido también los intentos de revoluciones armadas
en Nicaragua (FSLN) y El Salvador (FMLN). Estados Unidos de Norteamérica y las
oligarquías latinoamericanas no van a permitir que ello se repita. De allí que
cualquier intento de movilización social que alcance cierta magnitud y ponga en
peligro al sistema, tendrá que ser duramente reprimido, donde quiera que ello
ocurra. Y el narcotráfico, promovido por el mismo capitalismo, resulta ser un
buen pretexto para militarizar la política.
La narrativa comenzó al tratar de
vincular al gobierno cubano y luego al venezolano, o a organizaciones insurgentes
como las FARC con el narcotráfico. Y hasta se acuñó el término “narcoguerrilla”.
A sabiendas de que el narcotráfico en realidad estaba y está infiltrado en la
banca y empresas privadas, en las propias instituciones estatales, incluidas
las Fuerzas Armadas, la Policía, jueces, legisladores, presidentes de las
repúblicas y sus entornos, a tal punto que se estructuraron narco estados.
En una entrevista a la activista
e intelectual mexicana, Raquel Gutiérrez Aguilar, publicada en sitio de http://laboratoria.red/ (“La opacidad es una
estrategia de contrainsurgencia”), señala que:
“En México,
antes de que comenzara la ‘guerra contra el narco’ en 2007, un primer ensayo de
cambio en la medida moral de la violencia admisible ocurrió en mayo de 2006
cuando sucedió lo que Adolfo Gilly llamaba ‘la ocupación militar de un pueblo
cercano a la Ciudad de México’, en Atenco, Estado de México. Había por aquel
entonces una lucha muy importante contra un inmenso negocio extractivista en
Atenco, donde se pretendía construir un aeropuerto. La policía federal
-militarizada- ocupó el pueblo de Atenco donde, además, estaba la Otra campaña
zapatista. La represión fue violentísima. Entre otras cosas, esa fue la primera
vez que se usó pública y notoriamente la herramienta de la violencia sexual
contra las mujeres que fueron detenidas tras la ocupación militar del pueblo.”
El año 2006 fue de gran
movilización popular en México. Pero, quizá, el principal detonante de la supuesta
“guerra contra el narco” en México, señala Raquel Gutiérrez, fue “la
insurrección de Oaxaca y de sus 4 o 5 meses de ocupación y toma de la ciudad.
Son los sucesos enérgicos de levantamiento y movilización que se conocieron
como la Comuna de Oaxaca organizados por aquella organización que tomó el
nombre Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), que llega a
neutralizar el avance del ejército en la confrontación del 1 y 2 de noviembre
de 2006.”
Algo similar ocurrió en años
sucesivos en diferentes partes de Latinoamérica. Caracterizados esos episodios por
una desmedida represión armada (ver https://lalineadefuego.info/latinoamerica-las-tinieblas-de-la-represion/)
de la Policía, las Fuerzas Armadas e incluso de grupos civiles armados,
cercanos a las oligarquías y protegidos por los Estados (Ecuador 2019 y 2022,
Chile 2019 y 2020, Bolivia 2019 y 2020, Colombia 2021, Perú 2022 y 2023, Panamá 2023…).
Represión que causó en todos los países un inusitado gran número de
manifestantes asesinados, y cientos de lesiones simbólicas como la pérdida de ojos,
que responden a un mismo patrón represivo.
En el caso del Ecuador, es
notorio que las muertes violentas, especialmente homicidios, tienen un enorme
repunte después del levantamiento popular de octubre del 2019, sobre todo a
partir de la primera masacre carcelaria del año 2021 luego de la cual vendrán
otras.
En el primer gráfico con datos
oficiales publicados por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC),
se puede ver la tendencia de las muertes violentas en el Ecuador (hasta el año
2022 en que hay datos oficiales del INEC). En el gráfico se resalta con líneas
más gruesas, el total de muertes por homicidios y los homicidios en hombres. Si
haríamos un análisis a mayor profundidad, por grupos de edad, sexo y clases o
estratos sociales, nos daríamos cuenta de que esos homicidios ocurren sobre
todo en jóvenes hombres de sectores populares, muchas veces racializados. Gran
cantidad de muertes de esos jóvenes ocurrieron en los años 2021 y 2022 al
interior de las cárceles, a donde son conducidos como microtraficantes o
supuestos microtraficantes de drogas, o como miembros de pandillas; en última
instancia como carne de cañón, como desechos sociales.
En este segundo gráfico, con
datos de la Policía Nacional, se puede ver como para el año 2023, el número de
homicidios se habría incrementado aún más.
Muchos de esos homicidios
estarían supuestamente ligados al narcotráfico, o la lucha entre pandillas que disputan
el control de corredores de drogas, incluido el envío a Europa, Norteamérica y
otros destinos, a través de puertos legales, en grandes contenedores.
Pero, el investigador mexicano Oswaldo
Zavala (citado por Raquel Gutiérrez), parte de una afirmación fuerte que tiene
sentido: “’los cárteles no existen’. Esto significa que ‘cartel’ es un
sustantivo común que esconde la imbricación de negocios legales, ilegales,
civiles y estatales. Plantear un argumento en términos de guerra de cárteles
borra el hecho de que lo que existe son disputas por circuitos económicos de
todas clases, legales e ilegales, administrados por segmentos y estructuras del
estado de las que no tenemos claridad.”
Para ningún ecuatoriano es
desconocido que en el denominado “caso metástasis” que se encuentra en pleno
proceso, están implicados jueces, oficiales policiales de alto rango, además de
otras autoridades y funcionarios de instituciones públicas. Fue el embajador estadounidense
en el Ecuador, Michael Fitzpatrick, quien mencionó por primera vez en el año
2021 la existencia de “narcogenerales” (ver https://www.primicias.ec/noticias/politica/entrevista-embajador-estados-unidos-ecuador/).
Tampoco es desconocido que en el
año 2007: “La embarcación en donde se encontraron 50 kilos de clorhidrato de
cocaína, obtuvo la autorización para zarpar. Pese a que se encontraba en plena
etapa de investigación, el buque Charles Islands, de la empresa Transportes
Marítimos Bolivarianos (TRANSMABO), de propiedad del ex candidato presidencial,
Alvaro Noboa (padre del actual presidente de la república, Daniel Noboa Azín),
fue liberado en menos de 48 horas.” (https://rebelion.org/una-embarcacion-donde-se-encontro-droga-obtuvo-permiso-para-zarpar/).
Aunque el empresario y político aseguró que esa droga fue sembrada por desconocidos
en su barco, el ex diputado del Partido Social Cristiano (PSC), Alfredo Castro
Patiño, explicó que “todo lo ocurrido con la embarcación resulta extraño. «Se
supone que ese barco no debía salir jamás hasta que no se terminen las
investigaciones, eso es lo legal», anotó.” Añadió Castro que “el
empresario no es ningún narcotraficante… pero que sí utiliza su influencia
política para que esos barcos utilizados por sus empresas obtengan el permiso
del fiscal investigador para que vuelvan a zarpar.”
Este incidente, que parece
aislado, da cuenta de que el narcotráfico está utilizando la estructura del
comercio internacional legal, para enviar droga (especialmente cocaína) a otros
países. De hecho, el Informe Mundial sobre las Drogas 2022 de la Oficina de las
Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) señala que en el año 2021
el 90% de cocaína incautada fue de tráfico en contenedores por vía marítima y
ya no sólo tenían como destino Norteamérica y Europa, sino otras regiones como
África y Asia.
El Ecuador sin duda se ha
convertido en corredor de exportación de droga (cocaína en particular) hacia
varios destinos, a través de contenedores. Hay frecuentemente noticias de
incautación de estos contenedores en Europa, en la que se camufla la droga en
cajas de banano, camarón y otros productos ecuatorianos de exportación, como lo
relatado en esta nota de agosto del 2023 (“España: hallan 9,5 toneladas de
cocaína en contenedor de plátanos procedente de Ecuador” https://www.vozdeamerica.com/a/espana-hallan-9-5-toneladas-de-cocaina-contenedor-platanos-procedente-ecuador/7241109.html).
Ya no son las “mulas” que llevan unos pocos kilos de droga adosada a sus
cuerpos o en capsulas en su intestino, hoy el tráfico se realiza por toneladas
y en grandes contenedores, lo cual es imposible que se realice sin la
complicidad de empresarios y autoridades de diverso tipo; existe un inusitado
interés de diferentes sectores de la burguesía por el control de Aduanas.
Pero no es hacia allá donde apunta
la supuesta lucha contra el narcotráfico (lavado de activos, contenedores “legalmente”
despachados). Los grandes empresarios y los políticos, los narcogenerales y los
jueces, casi siempre actuarán con impunidad. La guerra y el odio provocado por
esta estrategia, se dirige contra los más débiles, contra los supuestos micro
traficantes y pandilleros, o máximo contra los líderes de las bandas criminales,
que aparentemente actúan en conexión con grupos políticos y círculos empresariales,
con el Estado.
Y toda esta guerra, que
finalmente es más de contrainsurgencia que contra el narcotráfico, está
destinada a crear el andamiaje para la protección del gran capital nacional y
transnacional (no importa su origen limpio o sucio), y con toda seguridad es
dirigida de manera coordinada en toda Latinoamérica y quizás a nivel global. El
acuerdo firmado entre los gobiernos del Ecuador y Estados Unidos de
Norteamérica el 6 de octubre de 2023 (en pleno período de muerte cruzada, es
decir sin tener que pasar por la aprobación del Legislativo), que permitiría la
invasión de tropas norteamericanas en caso sea “necesario” (https://www.planv.com.ec/historias/analisis/operaciones-estabilizacion-autoritaria-america-andina),
y la presencia del embajador de USA, Michael Fitzpatrick, en la sesión del
consejo de seguridad nacional la tarde del 9 de enero de 2023 en Carondelet,
confirma que ello es así. Nada se hace sin la venia de USA.
Y en ese marco, en pocos días de
su gobierno, el presidente Daniel Noboa Azín ha logrado más que sus
predecesores Lenin Moreno y Guillermo Lasso, que mostraron claramente su
ineptitud, aunque cumplieron con el protocolo de hiper represión durante los
levantamientos populares de octubre 2019 y junio 2022.
No es casual que la primera
decisión que tomó el gobierno de Noboa Azín, fue la eliminación de los umbrales
de portabilidad de drogas en los consumidores. Medida técnica de salud pública adoptada
por el Consejo Nacional de Control de Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas (CONSEP) en el año 2013.
Se trata de culpabilizar, incluso
de la creciente violencia, a los consumidores de drogas, a los micro
traficantes y a las pandillas. Sin ningún fundamento, tanto Guilermo Lasso (que
lo intentó) como Daniel Noboa, la oligarquía y la derecha, justifican esa
medida de criminalizar a los consumidores de drogas, supuestamente por el crecimiento
del consumo y de la violencia social luego de que fuera aprobada lo que
denominan “tabla de consumo” (umbrales). Lo cierto es que, si se ve las curvas
de muertes violentas, tanto la del INEC como la de la Policía Nacional, al
contrario, se ve que luego de la aprobación de los umbrales (2013), que se
acompaña también de otras políticas con enfoque de derechos humanos (como
reducción y sustitución de penas a micro traficantes), el número de muertes
violentas y de homicidios disminuye (en realidad desde el 2011) y así se
mantiene hasta el año 2018. Es a partir del año 2019 y especialmente del 2021, en
que los homicidios aumentan de manera alarmante.
Para agravar la situación, a
pesar del ya enorme tráfico ilegal de armas, en el 2023 el ex presidente Lasso
emite dos decretos ejecutivos, el 645 (del 10 de enero 2023) y el 707 (del 1 de
abril de 2023), que respectivamente, disminuye el impuesto a consumos
especiales (ICE) de armas de fuego y municiones, de 300% a 30% (como ejemplo,
una pistola que costaría 4000 dólares más IVA antes del decreto, luego del
mismo costaría 1300 dólares más IVA) y permite la libre portabilidad de armas
de fuego a civiles. Facilitando con ello el que grupos violentos y ciertos
sectores de la sociedad con mayor poder adquisitivo e interés para ello, así
como con capacidad e influencias para obtener las respectivas licencias, se armen
o mejoren sus armarios. Hay allí un claro enfoque de clase, armar a los más
ricos y sus bandas paramilitares.
Durante los levantamientos
populares del 2019 y 2022, grupos de civiles armados salieron directamente a
reprimir a los manifestantes, muchas veces en conjunción con la Policía y las
Fuerzas Armadas. En estos días de enero del 2024, en el que se vive una extrema
violencia en el Ecuador y un ambiente de terror en la población, circulan en
redes sociales vídeos en los que se ve a supuestos delincuentes o pandilleros
capturados (siempre jóvenes hombres empobrecidos) atacados brutalmente por sus
captores y sus perros; no se sabe si los captores (que esconden sus caras) son
militares, policías o grupos civiles con armas de gran calibre.
Todo este marco de violencia,
permite definir algunas preguntas o inquietudes, que seguramente rondan en
muchas cabezas, como:
¿Fue real el asalto a TC Televisión,
o fue un montaje desde el poder, para ayudar a justificar la militarización del
país, el estado de excepción y las preguntas de una consulta popular?
¿El montaje puede haber incluido las
fugas programadas de los líderes de dos bandas, que se sabe actúan en coordinación
con grupos políticos y posiblemente empresariales? Luego el Estado, el presidente,
la Policía y las Fuerzas Armadas quedan como héroes con la recaptura, o peor
aún, con la aniquilación.
¿Qué tanta coordinación se da
para las llamadas “vacunas” de comercios, con grupos políticos burgueses?
¿Forma el Ecuador parte del
ensayo de un nuevo plan de contrainsurgencia, que en otros países como El
Salvador incluye las mega cárceles sin respeto de los Derechos Humanos para los
llamados “pandilleros”? No es que a las bandas criminales o de narcotráfico se le considere grupos insurgentes, sino que se utiliza el pretexto del narcotráfico para montar encubierta una guerra contra el pueblo, una guerra contrainsurgente.
¿El poder teme a las pandillas y
pandilleros, porque cree que se pueden sumar a las movilizaciones en caso de
graves estallidos sociales? (recuerden que en Nicaragua y El Salvador ya hubo
una experiencia al respecto). En general el poder teme a la movilización
social.
¿Se ensaya con las pandillas y
con jóvenes estigmatizados y excluidos, políticas de exterminio social?
Los gobiernos como los de
Bolsonaro, Milei o Noboa, ¿son también ensayos de la guerra contrainsurgente,
tratan de ver hasta dónde pueden llegar con políticas de super explotación, privatizadoras,
disciplinadoras y de control social?
¿La exacerbación de la violencia social
es provocada intencionalmente por el poder?, ¿se está buscando y/o preparando
para una guerra civil de clases?
En ese marco, ¿son los procesos
electorales realmente transparentes?, ¿cómo explicar el inusitado ascenso de
Daniel Noboa Azín, por ejemplo?, ¿la campaña electoral del 2025 ha iniciado?
¿Qué papel juegan las redes
sociales y los medios en este proceso?
11 de enero de 2024
Estimo necesario puntualizar que la respuesta del gobierno ecuatoriano así como de los organismos y gobiernos que le apoyan, no se inscriben en lo que tradicionalmente se define como insurgencia y mucho menos contra insurgencia. No se trata de movimientos insurgentes, concebidos como estructuras polítco-militares orientados al cambio social a través de la guerra o levantamiento social organizado. La declaratoria de guerra interna -además de ser un desconocimiento del Derecho Internacional Público, no lo hace contra un movimiento insurgente sino contra una arremetida desesperada de carácter transnacional narco-terrorista, que busca espacios de acción y de ninguna manera cambio social revolucionario. Debo destacar la importancia de los datos utilizados.
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