NAZISMO-SIONISMO Y EL PERVERSO DISCURSO DE LA “RAZA SUPERIOR”



Me sorprendí al escuchar en estos días un absurdo discurso acerca de que el pueblo palestino tiene uno de los IQ (coeficiente intelectual) más bajos en el mundo. No lo podía creer, ¿hasta tal punto llega la xenofobia y el odio a los otros, a los diferentes?

En medio del horror de las acciones sionistas contra el pueblo palestino en la Franja de Gaza y en los pocos enclaves que este momento le quedan al pueblo palestino en su patria ancestral ocupada; la ultraderecha mundial, que apoya abiertamente al Estado de Israel y al sionismo, trata de encontrar cualquier justificación al genocidio. No basta con la muletilla de que Hamás atacó primero.

Se inventan mitos -como lo hizo a su tiempo el nazismo- de “razas” superiores e inferiores, y hacen esfuerzos por demostrarlo. Basados incluso en preceptos religiosos, esos prejuicios, esos mitos, justificarían la ocupación de un territorio, porque sería “la tierra prometida” por su dios, un prerrequisito para la llegada del “verdadero Mesías”, porque el Jesús de los cristianos no lo fue.

Durante décadas se ha construido el discurso de la gran capacidad científica, tecnológica y militar de Israel, de su supuesta superioridad, de la inteligencia privilegiada de los científicos judíos. Discurso que no es inocente, tiene una intencionalidad. A inicios de la década de 1930 muchos fueron escépticos ante un discurso nazi similar.

Y con ello, lo justifican todo. Incluso exterminar a pueblos que consideran inferiores, que constituyen obstáculo para su proyecto.

Paradójicamente, los ideólogos del nazismo hace noventa años se inventaron una seudo ciencia que medía los rasgos faciales de los judíos y los relacionaba con su supuesta inferioridad mental y moral; para los nazis, los judíos eran menos que animales, pero peligrosos, había que eliminarlos. Y por extensión, el nazismo pensaba lo mismo del pueblo rom (gitano), incluso de los rusos, y seguramente de muchos de los pueblos esparcidos a lo ancho del mundo. En el fondo, odiaban también a los italianos de Mussolini y a los japoneses de Hirohito, pero en su momento les eran útiles. El sueño nazi era exterminar a todos los diferentes y construir un mundo sólo de “arios”.

Pero el nazismo no fue el primero que levantó ese discurso supremacista. El imperio romano consideraba bárbaros a sus vecinos del norte de Europa, ni decir de los pueblos árabes y africanos, a pesar de que se nutrió de sus milenarias culturas. Los turcos veían como hordas salvajes a los mongoles que les invadían reiteradamente. Cuando los españoles y otros europeos llegaron a América a fines del siglo XV, se encontraron con los pueblos originarios de la Abya Yala, y aunque tuvieron hijos con sus mujeres, estaban seguros de que se traba de seres sub humanos. Tardaron siglos los europeos en reconocer que los pueblos originarios de América, así como los esclavos secuestrados en África, eran seres humanos, y ni siquiera les dieron derechos (incompletos) sino hasta fines del siglo XX.

Me pregunto ¿qué más habrá sucedido al respecto en otras antiguas civilizaciones, al otro lado del mundo? Sabemos que los chinos despreciaban también a los mongoles. Aún en el siglo XX, los japoneses creían que los pueblos de la China, Corea y el resto de Asia, eran inferiores y debían ser conquistados; por ello, al imperio japones no le fue difícil aliarse con el nazismo en la segunda guerra mundial. Las luchas fratricidas entre los pueblos africanos muchas veces han estado matizadas por la xenofobia y las religiones.

Nos negamos a reconocernos como una sola raza humana, que se tiñó de diferentes colores y rasgos en su largo peregrinaje por todo el mundo. Y hoy las diferencias son motivo de guerras y genocidios. La fraternidad universal está muy lejos de ser alcanzada; a este paso, tal vez nunca llegue, por más avanzado que sea el mestizaje. ¿Se necesitará tal vez que los pueblos árabes, africanos, asiáticos y latinoamericanos sean mayoría y las vuelvan más multicolores a Europa y a Estados Unidos de Norteamérica, para que algo comience a cambiar en el mundo, para bien?

Por ello es que, y volviendo a Palestina, indigna que hoy el sionismo, con el coro de toda la ultraderecha mundial, eleve el discurso de pueblo superior (“pueblo de dios”) que tiene el derecho de masacrar al pueblo originario de Palestina, sus hermanos; tal como antes, españoles, ingleses, portugueses y franceses lo hicieron en América, como los ingleses hicieron en Australia y Nueva Zelandia, y como europeos de todas las calañas hicieron en África. Con India y China, felizmente no pudieron.

Y la sospecha no se hace esperar, el sionismo y el neonazismo son hoy la misma cosa, tienen una sólida identidad; su eje es el capital, los poderosos intereses económicos, el dominio del mundo. Este no tan nuevo híbrido, tiene su sede central, no en Tel Aviv ni en Berlín, sino en Washington, y sucursales en varias capitales europeas. No se trata de cosas menores, en realidad se trata de una tercera guerra mundial en curso, aunque aún de baja y mediana intensidad.

En ese marco, el pueblo palestino es un objetivo menor para el nazismo-sionismo, pero muy necesario en este momento histórico en el que siente amenazas desde parte del mundo árabe (los no sumisos), pero también desde China, Rusia (extrañamente), Corea del Norte, la India, África y América Latina. El escenario de la tercera guerra mundial es más amplio que en la década de 1940 y mucho más grave, podría terminar con la humanidad y con el planeta Tierra tal cual lo conocemos. El eje nazismo-sionismo es fundamental para el capital transnacional y para la ultraderecha moderna.

Por ello es explicable que Estados Unidos de Norteamérica ahora recuerde que existe Latinoamérica. Durante muchos años, luego de las dictaduras gorilas, descuidó su “patio trasero”, y éste comenzó a rebelarse. Necesita más Mileis y Bolsonaros, y sabe que ello es difícil lograrlo y mantenerlo. Necesita frenar la inmigración de “latinos” a su territorio, expulsar a los que le estorban, aunque bien conoce que sin esa fuerza de trabajo no puede mantener estándares productivos; no vaya un día el monstruo a despertarse con la sorpresa de que el comunismo le está comiendo sus entrañas, esa es su principal preocupación, como la fue cuando traicionó su comprometido apoyo a los republicanos en la guerra civil española y prefirió a Franco.

Por ello, la resistencia del pueblo palestino, tan sufrido, no es sólo una cuestión nacional, es un objetivo más universal, es un objetivo en las luchas de los pueblos del mundo. El camino hacia una sociedad global justa e igualitaria está sembrado de grandes y pequeñas batallas con objetivos diversos, que confluyen.

Sueño, como muchos seguramente, en una organización mundial, no sé si las mismas “Naciones Unidas”, sin el poder de veto de los Estados Unidos de Norteamérica en el Consejo de Seguridad, que restituya la integridad de la Patria Palestina, donde vivan palestinos, judíos y otros pueblos. Donde, ni intereses económicos ni religiosos, ni diferencias étnicas o de nacionalidades, dividan a los hermanos y hermanas de todos los colores, que al fin puedan crecer juntos y en armonía.

Sueño con que nunca más mis hermanos y mis hermanas de cualquier rincón del Ecuador, expulsen a sus hermanos y hermanas venezolanos, colombianos, cubanos o de cualquier nacionalidad; al contrario, que siempre den refugio, abrigo y pan, a los que más lo necesitan; a la vez que se enriquezcan con esa fusión cultural.

HNC, 18 de diciembre de 2023

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