LA BATALLA DE CHILE


La Batalla de Chile https://www.youtube.com/watch?v=yarS-ifaHI8 (trilogía producida entre 1975 y 1979) por el cineasta Patricio Guzmán, es una de las piezas fundamentales del cine documental revolucionario. Premiada en varios festivales y eventos alternativos, es un film infaltable, que no debería dejarse de ver.

Lo vi por primera vez hace muchos años, seguramente en la década de 1980. Pero es realmente ahora en que alcanzo a comprender el significado de lo que Patricio Guzmán quiso transmitirnos. Es seguramente un material de estudio, muy rico, de varios partidos y procesos revolucionarios en el mundo. Pero probablemente también lo estudian grupos fascistas y partidos de extrema derecha, como aquellos retratados en la película.

Queda una inmensa tristeza por el desenlace final, por evidenciar como se destruyó un rico proceso organizacional que se estaba construyendo en Chile durante el gobierno de la Unidad Popular. Es evidente la traición de los militares golpistas, que no dudaron en aliarse con la oligarquía más reaccionaria y con el plan del gobierno de Estados Unidos de Norteamérica y la CIA, que fueron en el fondo quienes maquinaron el golpe del 11 de septiembre de 1973, luego de varios intentos fallidos de otras vías.

Estoy seguro que eso le hizo a Hugo Chávez, en Venezuela, planificar cautelosamente cómo neutralizar a las cúpulas fascistas de las Fuerzas Armadas venezolanas, que como en toda Latinoamérica fueron forjadas en la Escuela de la Américas en Panamá (escuela de golpismo, tortura y crímenes de estado).

La Batalla de Chile permite seguir, con muchos detalles, los procesos que se desarrollaron en el último período del gobierno de Allende, desde octubre de 1972 cuando la burguesía chilena, con su falange fascista armada (el Frente Nacionalista Patria y Libertad - FNPL, formado específicamente en 1971 para enfrentar con violencia, sabotaje y terrorismo al gobierno de la Unidad Popular) que actuó en conjunción con los partidos Democracia Cristiana y Nacional, pero también con grupos de estudiantes y profesores de la privada Universidad Católica de Chile y otros grupos de extrema derecha, comenzaron a ensayar diversas formas para derrocar a Allende, hasta culminar con el primer intento de golpe del 29 de junio de 1973 (el “tanquetazo”), la escalada de violencia conjunta de grupos fascistas y unidades de las fuerzas armadas que ya no estaban bajo el control del gobierno ni de su comandante el general Carlos Prats (asesinado en 1974 en Buenos Aires), y finalmente el golpe del 11 de septiembre.

Paralelamente a ese trabajo de zapa de la gran burguesía chilena, que llegó a engatusar temporalmente a obreros del cobre de la mina “El Teniente”; la Batalla de Chile permite acercarnos al rico proceso de organización y resistencia del pueblo chileno y los partidos de izquierda; que tuvo tal vez sus expresiones más altas en los “cordones industriales” y los “comandos comunales” en Santiago y a lo largo del país.

Los cordones industriales llegaron a tener control territorial y de la producción en amplios sectores fabriles, ante el intento de los empresarios chilenos de sabotear la producción y la economía chilenas, lo que -pensaban- facilitaría el derrocamiento de Allende.

Junto a los cordones industriales y los comandos comunales, se desarrollaron en todo Chile una diversidad de organizaciones: comandos campesinos que ocuparon tierras ociosas y comenzaron a aprovisionar de alimentos al país; centros de acopio y distribución de alimentos y productos básicos ante el acaparamiento por grandes comerciantes afines a la derecha; organizaciones estudiantiles que actuaron junto a las organizaciones comunitarias; y muchas más.

Si uno ve a la distancia lo que ocurría en Chile en 1972 y 1973, se da cuenta que las organizaciones de trabajadores, campesinos y pobladores lograron un nivel muy alto de poder popular. Se estaba construyendo en Chile las condiciones para una sociedad socialista. Y ello aterraba a la burguesía, que no iba a permitirlo, recurriría a todas las medidas para evitarlo: la vía parlamentaria (la derecha tenía mayoría en ambas cámaras, pero no la suficiente para deponer a Allende), las huelgas y boicot de la producción y la economía, el bloqueo norteamericano sobre todo de repuestos e insumos industriales, el financiamiento de la CIA a los golpistas, la conspiración con los militares; y finalmente la violencia armada y el sangriento golpe de estado.

El gran nivel organizativo del pueblo chileno, que podía incluso enfrentar con éxito a los grupos fascistas en las calles (lo hizo varias veces), rebasó a los partidos políticos de izquierda (que no tenían unidad de acción) y al burocratismo del gobierno de la Unidad Popular que se esforzaba en cumplir las normas de la democracia burguesa, cuando la misma burguesía las violaba reiteradamente. En medio de ese desencuentro entre las organizaciones populares (que estaban varios pasos adelante) y la conducción política, la cúpula fascista de las fuerzas armadas que conspiraba desde Valparaíso con el dinero de la CIA y los grupos oligárquicos, pudo organizar y activar el plan golpista. Sin control del gobierno, los gorilas ensayaban  allanando decenas de fábricas, barrios populares, centros educativos, casas comunales, en busca de armas que nunca encontraron.

En su plan golpista, lo militares y la oligarquía no vacilaron en asesinar a comandantes de las fuerzas armadas que respetaban su tradición democrática. Primero fue el edecán naval de Allende, comandante Arturo Araya Peeters y luego el General Carlos Prats. Si podían asesinar a los suyos, no iban a dudarlo con el pueblo chileno, ya lo demostraron en el tanquetazo de junio de 1973, pero sus acciones alcanzarían nivel de genocidio entre 1973 y 1990.

Cuando en la madrugada del 11 de septiembre, Salvador Allende se enteró que el golpe estaba en curso (coincidentemente dirigido desde Valparaíso, al frente estaban barcos de la armada estadounidense con el pretexto de las maniobras intervencionistas UNITAS), sabía que ya nada se podía hacer, quedaba sólo entregar la vida. En pocos meses los gorilas fascistas chilenos, con acciones rastreras (Pinochet era supuestamente cercano y fiel a Allende), lograron lo que con diferentes formas de boicot no pudo la rancia burguesía chilena.

Una experiencia popular inédita en el mundo, la vía chilena al socialismo, fue aniquilada. Los obreros y el pueblo organizados no tuvieron como defenderse ante la desmedida violencia militar. Los pocos focos de resistencia fueron aniquilados, aunque ello ya no se presenta en “La Batalla de Chile”, pero si en otras películas y documentales posteriores. No sabía entonces Patricio Guzmán que un contingente de nazis refugiados en la "colonia Dignidad", activó un efectivo campo de tortura, desaparición y exterminio; no sabía tampoco entonces del gran campo de concentración y desaparición de Chacabuco en Atacama (ver película “Nostalgias de la Luz” de Patricio Guzmán); no sabía entonces que las víctimas y desaparecidos se contarían por miles en la dictadura de Pinochet, en la más grande tragedia del pueblo chileno después del exterminio de pueblos mapuches y otros pueblos originarios.

HNC / 13 sep 2023

 

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