UNOS EXTRAÑOS NEGACIONISTAS
DEL YASUNÍ
Oírle hablar al ministro de Energía de Lasso, Fernando Santos Alvite, acerca de los beneficios de la explotación petrolera en el Bloque 43 o ITT (Ishpingo, Tambococha, Tiputini), sin importarle las consecuencias ambientales o los pueblos en aislamiento voluntario que viven en el Parque Nacional Yasuní (creado en 1979); es totalmente comprensible. Es comprensible también que un coro de periodistas y personas afines al modelo neoliberal, repliquen ese discurso en medios y redes sociales. El ministro Santos Alvite responde a intereses corporativos petroleros, siempre lo ha hecho.
Tampoco sorprende que la
candidata a la presidencia de la República por el partido Revolución Ciudadana,
Luisa González, mantenga el mismo discurso. Cree que con toda seguridad llegará
a ser la próxima presidenta de la república, y le encandila la idea de contar
con el dinero de la renta petrolera del ITT en su supuesto próximo gobierno
de dos años. Su interés económico es inmediato; no importa las consecuencias
negativas de la explotación petrolera a largo plazo, no se detiene a analizar
todas las evidencias del desastre que ha significado para la Amazonía
ecuatoriana y su población, la explotación petrolera y la actividad extractivista
de recursos naturales en general; el saqueo, que antes fue de las caucheras, y
luego de las madereras, las mineras, petroleras y monocultivos como los de
palma africana; con la complicidad de algunas misiones religiosas.
El discurso de la candidata
González es coherente con la posición de su caudillo Rafael Correa (al igual
que lo es su posición anti aborto), quien luego de haber propuesto en el año
2007 dejar el petróleo bajo tierra en el Yasuní (lo cual en realidad no era una
propuesta nacida de su lucidez, sino recogida de grupos ecologistas que la
habían expuesto años antes), a los pocos años, en el 2013, canceló totalmente
la iniciativa.
“La Iniciativa Yasuní-ITT nació
oficialmente en el 2007, cuando el Gobierno ecuatoriano propuso a la comunidad
internacional no explotar el petróleo del bloque ITT, localizado en el Parque
Nacional Yasuní, a cambio de obtener una compensación monetaria internacional
equivalente a al menos el 50% de los recursos que el Estado percibiría con su
explotación. En otras palabras, el Gobierno se comprometía a dejar bajo tierra los
846 millones de barriles de petróleo de este yacimiento, equivalentes a aproximadamente
el 20% de las reservas conocidas del país (en ese momento), si la comunidad
internacional aportaba 3.600 millones de dólares en un período de 13 años.” (La
Iniciativa Yasuní-ITT: ¿El fin de una utopía ambiental? Luz Elisa Cervantes Valdivieso
FLACSO 2013 https://repositorio.flacsoandes.edu.ec/bitstream/10469/9428/1/REXTN-ED90-02-Cervantes.pdf)
Durante su campaña por dejar el petróleo
bajo tierra, el ex presidente Correa no escatimó esfuerzos ni recursos del
Estado, para traer a personajes de Hollywood para que, con guantes quirúrgicos manchados
de petróleo en sus manos, se tomen fotos junto al mandatario y muestren al
mundo los efectos nocivos que la actividad extractivista petrolera en la Amazonía
ecuatoriana.
Pero, pronto su espíritu
ecologista se extinguió. Vio más útil el contar con recursos del ITT para su
gestión gubernamental. Cuando Rafael Correa firmó el 15 de agosto de 2013 el decreto
ejecutivo que puso fin a la iniciativa ambientalista y marcó el inicio de la
explotación petrolera en el bloque ITT, justificó su decisión señalando "el
mundo nos ha fallado", añadió que el gobierno ecuatoriano hizo todo lo que
estaba a su alcance, pero no se lograron los resultados esperados.
En instrumentos posteriores, así
como en diferentes declaraciones del entonces presidente Correa y sus
ministros, se señalaba que “la extracción petrolera afectará al uno por mil del
Parque Nacional Yasuní, no al uno por ciento como constaba en el anterior
decreto que puso fin a la Iniciativa Yasuní-ITT”.
El ex jefe de Estado afirmó
además que en función de la tecnología disponible para la recuperación
petrolera y sobre la base de los precios del petróleo, el aprovechamiento de
las reservas del ITT arrojaría un valor de 18.292 millones de dólares, más de los
11.000 millones que originalmente se estimó. Aseguraba además que con la
tecnología que se usará, el impacto ambiental sería mínimo.
El mismo discurso de Correa del
año 2013, hoy lo repite su candidata a presidenta y algunos de sus seguidores
(no todos). Pero, sorpresivamente también difunden el mismo discurso militantes
de izquierda, a los que se ha conocido por sus claros compromisos con luchas
populares durante décadas; lo que provoca desconcierto. Han creado un vocero
que dice ser ingeniero graduado en la Escuela Politécnica Nacional (como que
ello lo justifica todo) y que seguramente es funcionario de Petroecuador.
Es comprensible que algunos
trabajadores petroleros o algunos pobladores de la Amazonía, incluso algunos
miembros de comunidades de pueblos y nacionalidades, que tienen algún beneficio
de sus contactos con la industria petrolera, piensen que se va a afectar su estabilidad
laboral o esos “beneficios”. Pero ello resulta en el fondo perverso, un tanto
mezquino, más aún cuando se utiliza a esas personas para promover los intereses
del extractivismo petrolero.
Entre los argumentos y mensajes en
los que coinciden tanto los voceros neoliberales, como seguidores de Correa y su
Revolución Ciudadana, pero también militantes de izquierda hoy auto excluidos
de las luchas populares por el Yasuní, hay algunos realmente absurdos.
Como decir que en el bloque ITT
no se ha extinguido ninguna especie vegetal ni animal. O que no se a afectado a
ninguna comunidad indígena en aislamiento voluntario. Y hasta se circula cínicos
vídeos en los que se ve como “una jauría de monos” se acerca “libremente” a las
mallas metálicas y alambrados eléctricos que rodean las instalaciones del bloque
petrolero. Claro, reclaman el territorio por el que antes circulaban
libremente.
Otro de los argumentos es el hecho
de que la costosa infraestructura petrolera del ITT está ya operando y sería
una gran pérdida económica el que deje de funcionar y sea desmontada. Consideran
que la consulta popular en esas condiciones, resulta extemporánea. Pero, con la
lógica del capital, toda infraestructura montada para la producción capitalista,
muchas veces nociva, ya sea que se traté de la propiedad privada de sus plantas,
o de la infraestructura pública que beneficia la acumulación (y que cualquier
rato puede ser privatizada si se dan las condiciones de gobernanza para ello),
toda esa infraestructura es sagrada y quien atenta contra la misma es
terrorista. Los incendiarios se convirtieron en bomberos.
Pero uno de los argumentos más
esgrimidos, es que se dejaría de percibir por parte del estado alrededor de
1200 millones de dólares anuales, provenientes de las rentas de los campos ITT.
Lo cual no es cierto. Sin entrar en detalles técnicos de las características
del crudo del ITT, lo cierto es que las expectativas planteadas por los mismos
gobiernos y por los organismos técnicos del Estado, como Petroecuador, no se
están cumpliendo.
Para el año 2022 por ejemplo, se
esperaba llegar al máximo pico de producción en el bloque ITT con 200.000
barriles diarios. Pero lo cierto es que apenas se llegó ese año a 50.000
barriles, y allí se estancó (https://www.primicias.ec/noticias/economia/produccion-petroleo-ecuador-itt-cae/).
En los últimos años, la
producción en el ITT ha estado en descenso, desde 72.000 barriles en el 2019
hasta los 50.000 barriles del 2022.
Y va a caer aún más. Según un
documento de Petroecuador y del gobierno de Guillermo Lasso “Reservas ITT
2022”, en ningún año la renta petrolera del ITT llega a 1200 millones de dólares
como señalan los de la campaña del NO. En el actual año 2023, esa renta sería
de 923 millones; en el año 2024 se alcanzaría el máximo pico con una renta de
1008 millones; y a partir del año 2025 la renta caería en picada (desde 705
millones en el 2025, hasta 216 millones en el 2035 y apenas 220000 dólares en
el último año de explotación prevista, el 2055); con un promedio de 148
millones anuales para todo el período (la misma cantidad que se perdió en recaudación fiscal con el
decreto 645 del presidente Lasso, que favorece a las industrias de tabaco,
alcohol, bebidas azucaradas, plásticos y comerciantes de armas de fuego; sin contar
los graves impactos sanitarios, económicos y ambientales de la medida).
Pero más allá de las cifras, lo que está en juego son principios. ¿Estamos o no por la protección de la vida? La Amazonía y los pueblos que la habitan ancestralmente, han sido brutalmente diezmados, desde inicios del siglo XX con mayor intensidad, y no sólo en el Ecuador. Los pueblos en aislamiento voluntario ya no tienen a donde más replegarse, terminarían extinguiéndose y con ello parte de nuestra memoria como raza humana.
Ciertamente hay proyectos de
querer apropiarse de la Amazonía por parte de grandes potencias y empresas
transnacionales. De manera anecdótica circulaba un mapa de Estados Unidos de
Norteamérica, donde la Amazonía a futuro es parte de sus territorios.
Seguramente otros países aspiran a lo mismo. Saben de la importancia de la
Amazonía, les importa sus recursos, de manera especial los hídricos.
Supuestamente los defensores de izquierda
de la explotación petrolera en el Yasuní, apelan al hecho de que el campo ITT
es explotado por la empresa nacional Petroecuador. Acuden a un argumento de
soberanía. Sin embargo, conocemos la fragilidad de la soberanía. En cualquier
momento la soberanía puede ser cedida por intereses comerciales de los
gobernantes de turno o por intereses geopolíticos, como ya sucedió con las
islas Galápagos durante la Segunda Guerra Mundial y ahora con el mismo gobierno
de Guillermo Lasso.
Por ello, la lucha por mantener
el petróleo bajo tierra, por mantener el territorio del Yasuní libre de cualquier
otra industria depredadora, responde a una necesidad real, pero también simbólica.
Será un precedente en la lucha por la defensa de la Amazonía, a largo plazo.
Finalmente, trato de comprender
cuáles son las razones que llevaron a los queridos amigos de izquierda, antes
compañeros de lucha, a alinearse en la campaña del NO al Yasuní. Y veo que
entre sus mensajes hay un odio guardado contra los grupos ecologistas, es
evidente un desprecio hacia los “ambientalistas”, como los llaman. Y ello me
recuerda que, desde hace décadas, posiblemente desde siempre, el estalinismo
despreció las luchas diversas, siempre consideró que la única vanguardia de la
revolución es la clase obrera, pero consideraba reaccionarias las luchas de los
campesinos, de los pueblos indígenas, las luchas feministas y de género, y ahora
se reafirma también, las luchas ecologistas.
Hugo Noboa Cruz / 3 agosto 2023
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