EN DEFENSA DE LOS
SORDOS
(el martirio de
las personas con hipoacusia para renovar la licencia de conducir)
Me di cuenta de que tengo hipoacusia
hace aproximadamente catorce años y uso audífonos compensatorios desde hace
cinco. Los audífonos son bastante costosos, no todos pueden acceder a los
mismos; intenté durante varios años que el IESS me los diera, pero había una
enorme lista de espera y se daba prioridad a los adultos mayores y a las
personas con hipoacusia más severa. Finalmente, con mi cesantía, cuando me
jubilé en el año 2017, pude comprar los audífonos y tener la atención técnica
necesaria en un centro privado, al que acudo regularmente de acuerdo con las
necesidades.
Los médicos especialistas, otorrinolaringólogos,
tanto de los servicios públicos como privados a los que he acudido, así como
los técnicos del centro audiológico privado en el que me atiendo, concuerdan en
que al momento (año 2022) mi diagnóstico es de “hipoacusia neurosensorial
bilateral moderada” compensada con audífonos, con lo cual no hay limitación
funcional.
Las hipoacusias pueden ser muy
diversas, tanto por las causas, como por la intensidad de la afectación y la discapacidad
que producen. Desde una hipoacusia leve unilateral que no requiere de ninguna
compensación, hasta una hipoacusia profunda que suele requerir de implantes o que
sólo permite a la persona comunicarse a través de lectura de los labios y/o el
lenguaje de signos.
Por suerte mi hipoacusia es
moderada y puedo, con la ayuda de audífonos compensatorios, desarrollar una
vida activa, sin ningún impedimento. Hasta que me tocó renovar la licencia de
conducción de vehículos. Nunca antes me había sentido tan vulnerable, ni
siquiera cuando por mis actividades políticas me encontré varias veces en
condiciones muy difíciles, incluyendo una detención en un pabellón para
delincuencia común.
Desde hace unos días, resulta que
soy una persona con una discapacidad leve del 20% (que “no acredita legalmente
para la obtención de carné de discapacidad”). Y finalmente, luego de cinco
meses de gestiones, el último mes de verdaderas penurias, pude renovar mi licencia
de conducir; pero la misma, en su sección correspondiente, señala: “7.
CONDUCCIÓN SÓLO DIURNA”.
Uno podría decir, bueno, no está
tan mal. Pero cuando se vive en carne propia, significa limitarse de manera
importante en las relaciones sociales. Ya no puedo salir o regresar en las
noches manejando mi vehículo solo o acompañado, de una actividad social o
familiar, de un concierto o actividad cultural, que con frecuencia ocurren en
las noches. O tendré que depender de otras personas o de un taxi, con los
riesgos que ello implica en una ciudad y en un país inseguro como Quito y el
Ecuador.
Soy un adulto mayor de 67 años de
edad, pero soy una persona totalmente activa y autónoma. Disfruto de lo que me
permiten mis plenas facultades físicas, psicológicas y emocionales. Limitar a
horas diurnas la conducción de vehículos a una persona bastante saludable que
nunca ha provocado infracciones graves ni accidentes de tránsito en casi
cincuenta años de conducir, y que no tiene impedimentos para ello, resulta un atentado
a derechos fundamentales. Es condenar a una vida con
limitaciones. Sé que es nada comparando con las graves exclusiones económicas, sociales, políticas y de otra naturaleza, que sufre la mayoría de la población ecuatoriana; pero igual, es una limitación innecesaria.
Y no seré yo el único, serán
seguramente miles de personas, adultos mayores o no, con hipoacusia que se
puede compensar con audífonos, los que están sufriendo las mismas condiciones
de discriminación. Sí, discriminación, porque no ocurre lo mismo por ejemplo
con la condición de miopía, incluso severa, que obviamente puede ser compensada
con cirugía o lentes y no impide la conducción de vehículos ni otras actividades
laborales o sociales, ni en el día ni en las noches. Igual, una persona con
hipoacusia no deja de trabajar en las noches, o será que ¿hay una normativa
para que a las personas con hipoacusia se les exima del trabajo en horarios
nocturnos?, sería lo justo con la misma lógica de las licencias.
De todas maneras, me siento
privilegiado. En mi calidad de médico, pude hacer todo el proceso de
calificación de mi discapacidad leve del 20%, con relativa agilidad, con ayuda
de algunos colegas y amigos de los servicios de salud que facilitaron algunas
atenciones. Me imagino que muchos no tienen esa suerte y seguirán padeciendo en
este proceso engorroso, con las barreras que sólo nos ponen a los sordos.
Pero tengo una sospecha en torno
a todo esto. ¿Por qué la Agencia Nacional de Tránsito que emite las licencias y
las escuelas de conducción que emiten la certificación del examen psicotécnico
(psico-sensorial), ponen estas barreras y permiten decisiones absurdas que
afectan a personas con hipoacusia compensada?, ¿Por qué incluso cambian
arbitrariamente en los documentos, un diagnóstico técnico de
otorrinolaringólogos de hipoacusia moderada, por el de hipoacusia moderada-severa,
sin justificaciones?
He conversado con algunos
profesionales y técnicos de las diferentes instituciones involucradas en los
procedimientos a que me sometí, y la mayoría coinciden en que es absurdo, que
técnicamente no se justifica el que se limite los horarios de conducción a una
persona con hipoacusia moderada compensada con audífonos, así como no se limita
a una persona miope compensada con lentes. Y la sospecha parece recaer en la
definición de parámetros por parte de la Agencia Nacional de Tránsito para que
las escuelas de conducción emitan con mucha ligereza el “RESULTADO FINAL: Reprobado”
en el psicotécnico, ¿habrá alguna intencionalidad no técnica en ello? Lo cierto
es que allí comienza el martirio de la pobre víctima.
Y es vox populi, no falta quien
te oferte que el problema se puede solucionar, “de manera legal”, mediante la
entrega de un monto de dinero, y los tramitadores hasta ponen tarifa, que por supuesto
supera en cuatro o cinco veces el costo de renovación de una licencia. Como
dice el saber popular, parece que allí hay gato encerrado. Alguien debería
investigar esta sospecha.
Hugo Noboa Cruz
4 de mayo 2022
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