EL ENCUENTRO DE LAS TRES MANUELAS
(en el
bicentenario de la independencia)
En tal encuentro, Manuela Sáenz
era apenas una adolescente, pero ya rebelde. Se fugaba del convento de las
monjas Conceptas, a donde había ingresado desde niña por disposición de su padre, para reunirse con sus otras maestras, las Manuelas; de ellas aprendió a
canalizar esa rebeldía hacía un compromiso con la liberación de los pueblos.
Manuela Espejo era la más madura,
ilustrada y sabia. Tenía 61 años de edad y llevaba la batuta del encuentro. Las otras Manuelas sabían que la joven Sáenz era una piedra preciosa, a la
que había que pulir para que cumpla con altura las gestas que más tarde
libraría junto a Simón Bolívar y otros patriotas, aunque ello le cueste la
proscripción y la muerte en el exilio.
Manuela Cañizares había pasado las
duras experiencias de los primeros pasos por la independencia, incluyendo la rebelión
y masacre del 2 de agosto de 1810, que todavía estaba fresca en su memoria. Por
lo que en el fondo no dejaban de inquietarle esas reuniones clandestinas,
aunque esta vez fuera en casa de Manuela Espejo, a donde había viajado
encubierta por su amiga Rosa de Montúfar desde su refugio en el Valle de los
Chillos, a donde fue a parar luego de que el Conde Ruiz de Castilla recobró el poder para
la corona española.
La casa de Manuela Cañizares
había servido desde mucho antes para importantes reuniones de los próceres de
la independencia. Durante la noche del 9 y la madrugada del 10 de agosto de
1809, fue allí que se organizó la junta suprema de gobierno (rebelde), en
la se designó a Juan Pío Montúfar como presidente, al obispo Cuero y Caicedo
como vicepresidente, a Juan de Dios Morales para Interior (un personaje muy
ligado a Manuela Espejo), Manuel Rodríguez de Quiroga para Justicia y en Hacienda
a Juan Larrea.
Luego de ese encuentro de marzo
de 1814 de las tres Manuelas, no hubo más. Un intento de realizar otro en la casa
del Valle de los Chillos donde vivía escondida Manuela Cañizares, no fue
posible; Manuela Sáenz no pudo acudir a la cita, su situación se complicó cuando descubrieron sus escapadas del convento para sus primeras
acciones conspirativas. A fines de 1814 Manuela Cañizares murió y se rompió ese
triángulo de complicidad.
Manuela Espejo y Manuela Sáenz continuaron
reuniéndose años más tarde, especialmente desde que esta última abandonara definitivamente
el monasterio de Santa Catalina de Siena, a donde fue luego de su educación con
las monjas Conceptas, y cuando fue obligada a casarse con el médico inglés
James Thorne, por quien no sentía en absoluto amor, aunque le permitió liberarse del control de su padre para involucrase definitivamente en las gestas
de la independencia y en su amor por el libertador Simón Bolívar.
En los años previos a la Batalla
de Pichincha de 1822, la casa de Manuela Espejo fue el
refugio de Manuela Sáenz, cada vez que estaba en Quito y lo requería. Juntas protegieron a los
libertadores (como antes Manuela Espejo lo había hecho con sus hermanos Eugenio
y Juan Pablo) y dieron soporte en algunas tareas importantes de la
independencia. Manuela Espejo fue también la consejera para canalizar la llama
de amor que por el Libertador se encendía más en el pecho de la joven
Manuela Sáenz.
Manuela Espejo conocía la importancia
de desatar los amores apasionados, a riesgo de todo; aunque ella misma no
pudo vivirlo a plenitud con su querido esposo José Mejía Lequerica, que
mucho tiempo estuvo distante en las lejanas Cortes de Cádiz en España, por lo
que Manuela se refugió en casa de sus padrinos y queridos
amigos Juan de Dios Morales y María Oleas. Prefirió refugiarse también en el seudónimo
de "Erophilia" para escribir sus proclamas en defensa de los derechos
de las mujeres, como la famosa carta de Primicias de la Cultura de Quito, que
sin embargo muchos atribuyeron y siguen atribuyendo a su hermano Eugenio Espejo,
porque consideran que una mujer de la época no era capaz de escribir tales
proclamas.
La suerte de las tres Manuelas de
este relato (en gran medida ficticio), fue diferente. Poco se sabe de las
muertes de cada una de ellas, hay versiones diferentes de las mismas. Pero las
tres, juntas o solas, cumplieron un gran papel en la independencia de lo que
hoy es el Ecuador, que celebra doscientos años del triunfo contra la conquista y
dominio español.
Sin embargo, la lucha por la plena independencia todavía está pendiente. Y en esa lucha, muchas otras Manuelas cumplieron y cumplirán un papel fundamental; una de ellas, Manuela León, que junto a Fernando Daquilema lideraron el levantamiento indígena de 1871 contra el poder opresor representado por el gobierno de García Moreno. De Manuela León si se tiene certeza sobre su muerte, fue fusilada con su frente alta de dignidad, el 8 de enero de 1872. Pero esa es otra historia.
Hugo Noboa Cruz (27 de mayo de
2022)
LECTURAS Y REFERENCIAS RECOMENDADAS
Sonia Salazar y Alexandra Sevilla “Las mujeres y su participación
activa en la revolución de Quito 1809-1812” https://afese.com/img/revistas/revista51/mujeresrevo.pdf
Carlos Paladines, “Conjeturas sobre Erophilia, la amante de
la sabiduría y el amor, biografía novelada de Manuela Espejo” Abya Yala https://digitalrepository.unm.edu/abya_yala/420/
Manuela Sáenz https://eladd.org/autoras-ilustres/manuela-saenz/
[1] Este encuentro de las tres Manuelas, es pura especulación, no hay referencias históricas de que pudo haber ocurrido. Sobre todo, porque Manuela Cañizares murió joven en el
año de 1814, a los 45 de edad, después de pasar los últimos años en la
clandestinidad por el derrocamiento del gobierno patriótico establecido el 10
de agosto de 1809. Para entonces, Manuela Sáenz era una adolescente que vivía
internada en conventos y claustros religiosos. Lo que sí es posible, son los
encuentros entre una joven apasionada y carismática Manuela Sáenz con una sabia e ilustrada Manuela Espejo. Sin embargo, quiero creer en la fantasía de que
las tres Manuelas si se encontraron alguna vez.
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