EL BUEN MORIR
Si añoramos el buen vivir, aquel
que es parte de la filosofía de los pueblos andinos, que forma incluso parte de
plataformas políticas y de instrumentos legales. Deberíamos entonces aspirar
también al buen morir.
La muerte es parte del proceso
vital, el último paso. Para muchas religiones significa atravesar a otro lado, idealmente
a un espacio o un nuevo mundo lleno de bondades, donde se supone van sólo
quienes han tenido un comportamiento digno en sus vidas terrenales.
Pero, independientemente de
nuestros comportamientos y méritos para llegar al cielo o sumirnos en la
oscuridad de la muerte; todos, creyentes y no creyentes, tenemos derecho a una
muerte digna y ojalá cuando hayamos llegado a la vejez.
Ningún niño, ninguna persona
joven, debería morir. No es justo. Aún así, en pleno siglo XXI con toda la
tecnología disponible para evitar muchas enfermedades y defunciones tempranas,
más de 3.000 niños cada año no llegan a cumplir 5 años de edad en el Ecuador (3.272
en el año 2023, datos del INEC, sin ajustar registros tardíos).
Otros 2.740 niños y adolescentes de
entre 5 y 19 años de edad también fallecieron en el 2023 (INEC). A partir de
los 15 años de edad, el número de defunciones crece de manera alarmante en
adolescentes y jóvenes, sobre todo de sexo masculino, la mayoría de esas muertes
son violentas, los jóvenes empobrecidos son la carne cañón del capitalismo
violento. El número total de muertes por violencia en el año 2023 en el Ecuador
fue de 16.009 (13.556 masculinas, 2.453 femeninas). Los homicidios en el año
2023 alcanzaron la cifra récord de 8.221 con una tasa de 46,2 por 100.000
habitantes (la más alta de Latinoamérica), pero para el año 2024 se mantuvieron
extremadamente altos, 6.964 crímenes (tasa 38,8) según datos de la Policía Nacional
publicados por statista.
Pero las muertes violentas no son
las únicas que atentan contra la integridad y dignidad de los seres humanos,
contra los derechos de una persona a tener una vida plena y prolongada. En
cualquier edad, si la muerte es inevitable, ésta tendría que ser con dignidad, en
calma, sin dolor, sin sufrimiento. Y tampoco es aceptable condenar a una
persona a vivir en condiciones de sufrimiento, de cualquier tipo.
El año pasado, 2024, se dio un
debate en el Ecuador a propósito del caso de una valiente mujer, Paola Roldán,
que luchó junto a su familia y abogados por la despenalización de la eutanasia
en el Ecuador, lo que se logró mediante fallo de la Corte Constitucional. El
fallo obligaba al Ministerio de Salud Pública a elaborar un reglamento
provisional, que resultó bastante restrictivo para la garantía del derecho; y
obligaba también a la Defensoría del Pueblo a presentar un proyecto de ley, el
mismo que fue elaborado con fecha 19 de abril de 2024, presentado a la Asamblea
Nacional en junio del 2024 y calificado para el trámite el 16 de octubre de
2024. Sin embargo, hasta la fecha, no sé conoce el avance sobre el mismo que se
encuentra en manos de la Comisión de Salud; esperemos no tenga interferencias y
garantice plenamente el derecho, con agilidad.
Un caso particular permitió que
por primera vez se trate en diversos ámbitos nacionales un tema como la
eutanasia y que se pueda contar, se supone en un futuro inmediato, con
legislación al respecto. Antes, este debate sólo se daba en los círculos restringidos
de los comités de bioética.
Este debate viene con mucho retraso
en relación a otros países, incluso de Latinoamérica. Al momento, sólo pocos
países en el mundo permiten la eutanasia sin restricciones, aunque con legislaciones
diferentes: Países Bajos, Bélgica, España, Luxemburgo, Canadá y Colombia. Otros
países permiten el suicidio asistido: Estados Unidos de Norteamérica (en
algunos estados), Alemania, Austria y Suiza. Y otros más permiten eutanasia
pasiva, como Nueva Zelanda, Australia y Noruega. En América Latina, Colombia es
quien lidera la iniciativa, allí la eutanasia es un derecho constitucional
desde 1998, aunque insuficientemente regulado. Antes del Ecuador, en Perú hubo
ya un fallo de la Corte Constitucional del año 2022 que permitió la eutanasia a
una mujer con una enfermedad incurable; Chile tiene también iniciativas para
despenalizar la eutanasia. Como en el caso del Perú y Ecuador, en varios otros
países se han dictado sentencias que permiten la eutanasia y/o la cooperación
al suicidio en algunas circunstancias, e impulsan a sus parlamentos a legislar
adecuadamente este derecho.
Los Países Bajos (antes Holanda)
son quienes van a la punta a nivel mundial, desde el 2002 en que se aprobó la
primera legislación al respecto. Y no se trata sólo de eutanasia, activa y
pasiva, sino también de suicidio asistido cuando la persona o incluso parejas (generalmente
adultos mayores de avanzada edad) deciden conscientemente no continuar con sus
vidas, aun sin enfermedades incurables o terminales. Existe la Asociación
Holandesa para un Final de la Vida Voluntario (NVVE) que agrupa a casi 200.000
personas.
Una de las modalidades que va
creciendo en Países Bajos es la eutanasia en pareja, o
"dúo-eutanasia". El ex primer ministro neerlandés Dries van Agt y su
esposa Eugenie optaron por la eutanasia en pareja en 2024. De las casi 9.000
eutanasias individuales practicadas en los Países Bajos en 2022, 29 parejas se
sometieron a ese proceso el mismo año, y el número de parejas que toman esa
decisión ha ido en crecimiento en los años 2023 y 2024.
Sin duda que los aspectos éticos
están en el centro de los debates legislativos y de otro tipo en torno a la
eutanasia y el suicidio asistido. Y tienen razón los miembros de los comités de
bioética cuando advierten sobre los riesgos de aplicación no ética de estos
procedimientos, incluso riesgo de asesinatos encubiertos. Y dentro de este
debate ético se señala también los aspectos económicos (de las familias e
instituciones) a la hora de tomar decisiones.
En los países llamados “desarrollados”,
de economías sólidas y sobre todo donde se garantiza la seguridad social
universal o protección social, en especial en aspectos de salud; parece no ser
importante la discusión en torno a los aspectos económicos, no son los que más
preocupan.
Pero, en países de economías
débiles y sobre todo en donde los Estados y los gobiernos dejan en la
desprotección a la mayoría de la población; para las personas (y sus familias) que
optan u optarían por la eutanasia y eventualmente suicidio asistido, sí que son
importantes los aspectos económicos a la hora de la decisión, y no se debería
estigmatizar a nadie por ello. El alto costo de tratamiento y cuidado de personas
con enfermedades crónicas graves y catastróficas, así como el no sentirse útil
sino más bien una carga, pesan sobre la posible decisión de una eutanasia. Desde
el punto de vista de los implicados, se trata de proteger la economía y el
bienestar de la familia, muchas veces frágiles.
¿Por qué el Estado o la sociedad deben
obligar a una persona a vivir en condiciones insostenibles?, si el mismo estado
no facilita las condiciones para una vida digna, y ello es más evidente o grave
por ejemplo en adultos mayores que viven en condiciones precarias y no tienen ningún
interés o incentivo para seguir viviendo en esa situación tan difícil. Saltarán
los conservadores diciendo que la vida es decisión de un dios, si así lo creen,
tomen esas decisiones consigo mismo, pero no interfieran en las decisiones de
otras personas que deben garantizarse como derechos con políticas públicas como
la Constitución y las leyes. No les he visto horrorizarse (a esos grupos
conservadores) por todas las muertes infantiles o de personas jóvenes, debidas
a la violencia del sistema o la desprotección social.
Incluso sin que sean los aspectos
económicos los que fundamentalmente incidan en las decisiones: ¿Nos hemos
puesto a pensar si es digno prolongar la vida cuando ésta es precaria y llena
de sufrimiento?, forzar la prolongación de una vida en el dolor, es mantener
una tortura. Si las personas en esas condiciones, adultos mayores o no, contaran
con una legislación que les ampare terminar dignamente con sus vidas (superando
las barreras éticas), si además recibieran adecuada información al respecto, muchas
de ellas optarían por la eutanasia o un suicidio asistido, que de paso contribuiría
a aliviar la economía de los Estados, ojalá en favor de los demás y no para
beneficio de corruptos. Pero claro, eso no es posible aún en el Ecuador. Lo que
hoy es norma y una garantía del derecho a morir dignamente en los Países Bajos,
para nosotros simplemente es una lejana quimera. Pero hay que comenzar el
debate, se viene una ley.
hnc / 27 ene 2025
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