URGEN PROCESOS UNITARIOS, NO AL
ANTICORREÍSMO OBSESIVO
Los términos correísmo y
correísta, en sí mismos, no son peyorativos. Quienes se oponen obcecadamente a
esa tendencia, generalmente los neoliberales, sus seguidores y afines, pero
también alguna gente de izquierda o cercana a la misma, pretenden hacer
peyorativos esos términos, pero no necesariamente logran su objetivo, y muchas
veces despiertan más bien lástima o risa por su obsesión.
Los sufijos “ismo” e “ista” que
se añaden a algunos sustantivos y los transforman, se usan tanto en las artes,
como en las ciencias y la política. Significan, respectivamente: una tendencia,
una doctrina o un movimiento; y a los seguidores del mismo.
En Latinoamérica, pocos
personajes políticos han sido merecedores de ese sufijo, que da un halo de
importancia al personaje, aun cuando en algunos casos se trate de tiranos, como
Somoza (somocismo) o Trujillo (trujillismo).
El personaje político
latinoamericano tal vez más importante en torno al que se ha generado un movimiento
sostenido a lo largo de muchas décadas, sin duda fue el General Juan Domingo
Perón (peronismo), gobernante de Argentina en dos períodos entre 1946 y 1974,
cuyo último gobierno tuvo continuidad a través de su esposa María Estela
Martínez de Perón (Isabelita), convirtiéndose ella en un ícono tanto o más
importante que su pareja.
El peronismo (o “justicialismo”,
como también se le conoce) es un fuerte movimiento político hasta la
actualidad, lo cual lo acerca a casi un siglo de vida. Ha sido capaz de poner diez
presidentes de la República, incluyendo al último, Alberto Fernández. Sin
embargo, los movimientos políticos fundados en base al fuerte liderazgo de
caudillos, tienden a idolatrar a sus líderes y no necesariamente tienen una
identidad política única.
El peronismo ha tenido a su
interior diferentes tendencias que van desde la extrema derecha hasta la
extrema izquierda. Al mismo general Perón se le reconoce como colaborador del
nazismo, se sabe que brindó facilidades para que varios nazis encuentren
refugio en territorio argentino o en otros países latinoamericanos. En el otro
extremo, el movimiento guerrillero peronista Montoneros, surgido en la década
de 1970, formó parte de la resistencia contra la dictadura militar, fue sin
duda una de las alas más radicales de izquierda dentro del peronismo.
Entre las diferentes corrientes del
peronismo se puede identificar: el peronismo histórico, el peronismo ortodoxo,
el neoperonismo, el “peronismo revolucionario” en el que estuvo incluida la “Tendencia”,
el peronismo sindical, la derecha peronista, el menemismo, el kirchnerismo, el
peronismo federal en el que está incluido el Frente Renovador, el peronismo
feminista…
En el Ecuador, sólo se puede
identificar claramente a tres líderes que han dado lugar a corrientes o
movimientos políticos fuertes y duraderos, en torno a su figura: Eloy Alfaro
(alfarismo), José María Velasco Ibarra (velasquismo) y Rafael Correa
(correísmo).
Se ha tratado de dar el mismo sentido
a otros movimientos, que han sido sin embargo más exiguos, como el bucaramismo
o una pretendida continuidad del mismo como roldocismo. Sin embargo, en esos casos
se ha tratado de líderes que no han logrado una importante y sostenida
presencia política. Algunas veces se ha usado también los términos
febrescorderismo y borjismo, pero a pesar de la importante presencia de León
Febres Cordero en la ultraderecha y de Rodrigo Borja en la socialdemocracia, su
huella finalmente no ha sido tan trascendente.
A nadie se le ocurriría hablar en
serio de “mahuadismo”, “morenismo” o “lassismo”, porque se trata de personajes insignificantes.
Aunque en algunas ocasiones se use esos términos en tono de mofa.
En el panorama latinoamericano,
cuando un movimiento político ha tenido fuertes y firmes bases ideológicas,
generalmente no se utiliza el apellido del líder más el sufijo “ismo” para caracterizarlo.
Tal vez una de las pocas excepciones ha sido el sandinismo, aunque hoy
apropiado por una familia que ha traicionado sus principios originarios y que abusa
del término y del poder.
En el caso del gobierno de
Salvador Allende en Chile, que, luego de la revolución cubana, fue el ejercicio
más importante para construir una sociedad socialista en Latinoamérica; que se
sepa, jamás se ha usado el término allendismo (ni similares en alusión a
personajes), siempre se habló de la Unidad Popular, como un gran frente que
aglutinó a partidos y movimientos políticos de izquierda, así como a organizaciones
sindicales, campesinas, populares y estudiantiles.
Respecto de Cuba, la derecha
detractora de la revolución, ha pretendido referirse al régimen cubano como
castrista o castrismo, en este caso para referirse a los dos más influyentes
personajes de la revolución, los hermanos Fidel y Raúl Castro Ruz. Pero más
pesa el enorme legado de la revolución cubana, como un proceso histórico, de
masas y único, antes que esos intentos de desprestigiar el proceso con la
personalización del mismo.
En el caso de Venezuela, el peso
de Hugo Chávez en la llamada revolución bolivariana, es tan fuerte, que luego
de más de una década de su fallecimiento, sigue siendo el referente
fundamental.
Regresando al Ecuador y al correísmo.
Quienes no nos identificamos con esa tendencia, muchas veces hemos usado
despectivamente el término. Incluso en ocasiones un término como “correato”, de
connotaciones aún más fuertes. Que lo usen malintencionadamente la derecha
neoliberal y sus seguidores (paradójicamente algunos procedentes de sectores
empobrecidos y clase media), es entendible, en el marco de la ignorancia u obnubilación
política. Pero, que sectores de izquierda o cercanos a la izquierda, siete años
después de terminado el gobierno de Rafael Correa, obsesiva e insistentemente
sigan usando el término “correísmo” como un insulto, como que la contradicción
fundamental fuera “correísmo” vs “anticorreísmo”, no es un buen signo de salud
mental.
Los últimos sucesos, como el
referendo y la consulta popular del presidente Noboa, o el asalto a la embajada
mexicana; permitieron ver que no sólo la derecha neoliberal, sino esos
supuestos izquierdistas o ex izquierdistas, haciendo gala de su odio ciego y
recalcitrante al correísmo, no tuvieron empacho alguno en alinearse con la
derecha, promoviendo el SI irreflexivo y absoluto en la consulta o avalando el
asalto a la embajada, bajo un supuesto de soberanía nacional.
Es cierto que estuvimos furiosos
cuando el gobierno de Correa persiguió a dirigentes y organizaciones populares,
cuando creó un marco legal represivo para ello, que finalmente sirvió mucho a
la derecha neoliberal (ese fue quizá el peor e imperdonable pecado de Correa y
sus seguidores). Cuando se firmó al apuro el TLC (acuerdo comercial) con la Unión
Europea, que benefició únicamente a algunos grupos empresariales importadores y
exportadores. Cuando cogobernó con sectores y personajes de la oligarquía y la
derecha. Cuando el mismo ex presidente Correa o sus colaboradores cercanos,
como ese nefasto personaje Alexis Mera, insultaron a las mujeres de su misma
tienda política que tuvieron la valentía de sumarse a la despenalización del
aborto en casos de violación; cuando en general muchos de los líderes del
correísmo se opusieron y se oponen a derechos sexuales y reproductivos, tanto
como a derechos ambientales. Y la enumeración podría continuar.
Pero, luego de ver los tres últimos
nefastos gobiernos neoliberales de Moreno, Lasso y Noboa, las brutales
represiones al movimiento popular en octubre 2019 y junio 2022, el asalto a la
embajada de México en el 2024, o en general el incremento desmedido de la violencia
(se ha facilitado ¿intencionalmente? el acceso a armas de fuego por parte de
grupos violentos), la falta de futuro para la mayoría de jóvenes de sectores populares
y clase media, el retroceso en políticas de protección social (cuidado); no
queda ninguna duda de que es hora de superar los viejos resentimientos y
apuntar a un proceso unitario de diversas fuerzas, que incluyan al “progresismo”
ecuatoriano (con o sin Correa), o al menos al sector más democrático dentro del
mismo, para tratar de evitar una mayor calamidad para el país y el pueblo
ecuatoriano.
Y no se trata precisamente del
próximo proceso electoral del año 2025. Sino de ir más allá. Formar un amplio
frente diverso donde confluyan todos y todas quienes quieran defender la vida
frente a los desmesurados afanes de acumulación de los capitalistas criollos y
transnacionales. Un frente de resistencia, que incluya a las organizaciones de
pueblos y nacionalidades, a las organizaciones sindicales, feministas,
ecologistas, movimientos de derechos humanos, movimientos LGBTI, jóvenes,
estudiantes, artistas populares, intelectuales y activistas de izquierda, y
todos los sectores populares del campo y la ciudad que estén dispuestos a
defender el presente y el futuro de nuestros hijos e hijas, frente a la
voracidad capitalista depredadora.
Ya ha habido ejemplos recientes
de que sí es posible dar pasos unitarios sobre objetivos comunes. La
despenalización del aborto en casos de violación; la protección del Yasuní (por
la que votaron muchas de las bases del correísmo, a pesar del llamado contrario
de su candidata presidencial); la condena al asalto a la embajada mexicana; la
solidaridad con el pueblo palestino ante el genocidio sionista; o el reciente
triunfo frente al decreto 645 del ex presidente Lasso, que atentaba contra
derechos fundamentales y beneficiaba grandes intereses comerciales; son sólo
algunos ejemplos de que se puede avanzar sin los prejuicios que descalifican a
los aliados y potenciales aliados en esas luchas. Sin embargo, muchos no
consiguen o no quieren superar esos prejuicios.
Sin duda, cualquier proceso
unitario requiere definir una plataforma común, donde se precise líneas rojas (políticas,
éticas, de derechos humanos y de la naturaleza) que jamás se podrá sobrepasar,
las mismas que serán en última instancia la garantía de una unidad posible y sostenible,
más allá de procesos electorales que generalmente desunen.
Construir esa unidad amplia, es una
tarea extremadamente difícil, pero tal vez nuestra última oportunidad ante el
embate de la derecha neoliberal y fascista.
HNC / 20 mayo 2024
Ud. a pesar de ser historiador, tengo entendido con un Ph.D no ha entendido algo fundamental: no existe neo liberalismo en Ecuador ni como ideología ni como tendencia histórica (y mucho menos fascismo). En cuanto al correismo no es mas que un proyecto de una lumpen oligarquía nueva que planea apoderarse del poder para siempre para continuar con la depredación y el empobrecimiento del pueblo como ya lo han hecho otras a las cuales Ud. defiende como el castrismo y el chavismo. Por tanto, esas son las lineas rojas de los que nos consideramos de izquierda.
ResponderEliminarComo conclusión: nunca la izquierda racional puede unirse al correismo.
(en cuanto al asalto de la embajada mexicano, no se lo puede condenar porque se apreso a un delincuente destacado de cuello blanco).