¿SE CONSOLIDA EL NUEVO BIPARTIDISMO BURGUÉS?[1]
Las democracias occidentales, tanto del centro como de la periferia, siempre han querido parecerse al modelo bipartidista de Estados Unidos de Norteamérica: republicanos vs demócratas, a sabiendas de que no se diferencian mucho los dos polos, sobre todo cuando se trata del impacto negativo de las políticas imperiales en los pueblos del mundo.
En Latinoamérica, ese mismo
modelo bipartidista se reprodujo en las confrontaciones conservadores –
liberales desde mediados del siglo XIX. Muy rara vez, en la primera mitad del
siglo XX, los socialistas (menos aún los comunistas) podían disputarles algún
poder local (alcaldías) o curules legislativos. El bipartidismo liberal -
conservador tuvo una prolongada y consolidada vigencia por ejemplo en Colombia,
donde el tercero en disputa no fue precisamente un partido electoral sino
guerrillas de corte marxista (FARC, ELN) o socialdemócrata nacionalista (M19).
Ese tercero en disputa alcanzó
otro matiz cuando los populismos comenzaron a irrumpir fuertemente, logrando su
máxima expresión en América del Sur con el peronismo, que no tuvo ni tiene una
identificación ideológica única, sino que en su seno se manifiestan expresiones
que van desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda, pero lideradas en
un frágil equilibrio por un fuerte caudillo, aun después de su muerte.
Las demás propuestas alternativas
que han querido competir en procesos electorales locales o nacionales, han sido
por lo general minúsculos grupos, o personajes folclóricos. Todo ello es parte
del barroco latinoamericano.
En Ecuador, la tercera opción
tuvo algún momento de protagonistas a los partidos socialista (sobre todo la
fracción más compatible con la democracia burguesa, conocida como “socialismo
patiamarillo”) o comunista, que en muchas ocasiones tuvieron diputados y
senadores sentados junto a la rancia aristocracia o a los burócratas liberales
y conservadores a su servicio. Irrumpió esa tercera opción, ya en su versión
populista, con el velasquismo, continuó con Concentración de Fuerzas Populares
de Guevara Moreno y Don Buca, al que le siguieron algunos de sus hijos y nietos;
Abdalá Bucaram llevó a su máxima expresión esa propuesta; y luego tuvo
diferentes versiones más modernas, militarista con los hermanos Gutiérrez, o de
derecha ingenua con Alvaro Noboa.
Pero el más sofisticado de los
populismos ecuatorianos llegó con el correísmo, que pretendió al inicio una
identidad ideológica con el llamado “socialismo del siglo XXI”, pero que en la
práctica terminó siendo copado por intereses empresariales y las “orientaciones
prácticas” de cuadros de la derecha ecuatoriana, como el social cristiano
Alexis Mera, la democratacristiana Nathalie Cely, el socialdemócrata Ramiro
González, o tecnócratas estrategas de la comunicación como los hermanos
Alvarado; los izquierdistas o ex izquierdistas, en puestos secundarios.
Arrastraron convenientemente también a una serie de personajes corruptos
venidos de diferentes ámbitos, que hoy se sabe, sólo buscaron enriquecimiento
ilícito; muchos terminaron presos, prófugos o procesados.
Sin embargo, el fenómeno correísta
es más complejo y parece que aún tiene larga vida, sin duda tiene asidero
popular. Difícil descifrarlo en su totalidad. Lo que si es cierto, es que siempre
buscó convertirse en un polo del bipartidismo burgués[2],
aprovechando el desgaste que habían tenido, primero el partido liberal (hoy
totalmente desaparecido) o la Izquierda Democrática que aún trata de sobrevivir.
En la práctica, el correísmo es y por ello vino a copar de manera natural el
espacio que le dejaron los viejos liberales y socialdemócratas. Representa al
momento la propuesta renovada de la socialdemocracia en el Ecuador, con un
fuerte rasgo populista. De hecho, muchos de los ideólogos del correísmo han
sido claros en poner distancia con una verdadera opción revolucionaria,
transformadora; saben que apuntan única y exclusivamente a la modernización del
capitalismo, aunque paradójicamente utilicen el slogan de “Revolución
Ciudadana” (el nombre actual de su partido), porque les conviene seguir
lucrando de algunos términos, les permite arrastrar grandes masas.
El sueño del correísmo de ser un
polo del bipartidismo burgués, a casi seis años de la debacle en sus filas,
causada por la traición del ex Presidente Lenin Moreno, su Rambo María Paula
Romo y demás círculo cercano, parece hoy irse consolidando. El efímero morenismo
ya fue excretado totalmente (ese era su destino) y sólo queda un feo recuerdo
de él. Todo ello hace reforzar las sospechas de que el tinglado político
nacional está desde hace rato concertado, entre Nebot, Lasso y Correa; y quién
sabe, con otros actores secundarios de la política burguesa.
En el 2017, aun con todo el
escándalo de fachada que armaron lassistas y correístas, es evidente que
Guillermo Lasso (que ganó la presidencia en la urnas) cedió el espacio del
ejecutivo a Moreno, sabiendo que iba a ser una pieza útil mientras se ultimaban
los detalles de la santa alianza (correísmo, socialcristianismo, lassismo) que
garantizaría un proyecto de largo plazo. Lasso sólo asumió la presidencia en el
2021 cuando el camino, pensó, estaba suficientemente despejado: legislación
represiva, TLC con la Unión Europea firmado y otros en marcha, las puertas
totalmente abiertas al Fondo Monetario Internacional, el movimiento popular
aparentemente neutralizado, ensayo de nuevas formas de guerra sucia interna (como
la represión desmedida en octubre 2019, que se repitió en junio 2022).
Creyó Lasso que iba a tener fácil
camino para sus negocios, sobre todo la apropiación del estatal Banco del
Pacífico y del Banco del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (BIESS),
entre otros proyectos privatizadores ambiciosos. Pensó que con su mañosa consulta
popular iba a tener a las Fuerzas Armadas reprimiendo libremente a la oposición
popular en calles y plazas, cuando el dictamen de próximas medidas
neoliberales lo requiera. Pensó que estaba libre el camino para entregar el uso
del agua a la gran minería y a la gran industria agroexportadora, sin pataleo
de las comunidades.
Luego de las pasadas elecciones
del 5 de febrero del 2023, el mapa de distribución de prefecturas, alcaldes y
concejales, en el que el movimiento Creo de Lasso brilla por su ausencia, no es
lo que más preocupa al caudillo, a no ser los espacios que reiteradamente se
pintan con los colores de Pachakutik. Sino el tajante rechazo del pueblo a su
maneada consulta popular. Siempre va a ser un obstáculo no haber plasmado sus
siniestras intenciones. Les debe también inquietar la gran apatía “cívica” del
pueblo, expresada en indecisiones, abstenciones, nulos y blancos.
Por otro lado, los correístas que
aparecen como los grandes triunfadores de la jornada electoral, mermados en sus
cuadros, saben que tuvieron que recurrir a personajes de remiendo, que
cualquier rato les pueden dar la espalda, ya tienen experiencia con ello. El
caso más significativo es el del empresario Aquiles Álvarez que asumirá la
alcaldía de Guayaquil después de treinta y un años de dominio socialcristiano.
La joya más preciada del momento para el correísmo, cualquier momento se les
puede ir de las manos.
Pero en el fondo, no sólo Lasso,
sino también Nebot, Correa y sus respectivos círculos cercanos, están
satisfechos, incluso felices, respiran seguros; así lució Lasso en su cadena
nacional al otro día de las elecciones.
La santa alianza está cuajando.
Ya tuvieron su primer éxito cuando el fraude que desplazó a Yaku Pérez de la
segunda vuelta en la presidenciales del
2021, saben que el presidente Lasso fue ilegítimo desde el primer momento de su
posesión, y que su ilegitimidad se ha ido profundizando. Pero ello es lo de
menos, lo importante es que tienen definido un proyecto para el futuro, con el
que pretenden alternarse en el poder: una vez el polo más neoliberal (PSC-Creo,
que a este paso deberán fusionarse, a pesar del menosprecio de Nebot al
presidente); otra vez el polo socialdemócrata populista.
Ahora les toca cuidar todos los
engranajes de este aparataje pseudo-democrático, para que nunca ingrese a
sitios críticos del poder nacional algún líder indígena respaldado por sus
peligrosas bases, ningún “izquierdista infantil”, ningún “ecologista infantil”,
ninguna feminista radical. Podrían aguarles sus negocios oscuros, su
acumulación. De eso están claros Correa, Nebot y Lasso. El orden mundial
definido por el gran capital transnacional y acatado por sus aliados locales,
obliga a ello, no pueden equivocarse.
Hugo Noboa Cruz, 8 febrero 2023
[1]
Publicado el 10 de febrero 2023 en https://lalineadefuego.info/se-consolida-el-nuevo-bipartidismo-burgues/
[2] En
mayo del 2018, a un año del desastroso gobierno de Lenin Moreno y luego de la
fragmentación de Alianza País fundada por Correa y los suyos, escribí en La
Línea de Fuego una nota titulada “ALIANZA PAÍS SOÑÓ CON EL BIPARTIDISMO BURGUÉS”
https://lalineadefuego.info/alianza-pais-sono-con-el-bipartidismo-burgues-por-hugo-noboa-cruz/.
Pero en esa ocasión creía también que el correísmo estaba herido de muerte, me
equivoqué.
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